
Maximín responde a una filosofía de vida que se ha ido abriendo camino en mi manera de estar en el mundo, invitando a vivir desde la calma, la consciencia y la conexión con lo esencial. Entre las expresiones que capturan esta energía, hay una que para mí es especial: “¡Olequesí!”. Una palabra que vibra con fuerza, que no solo expresa alegría, sino que enciende la chispa del entusiasmo, la admiración, la belleza y la positividad serena.
En la sociedad actual, ante tanta polaridad y miedos infundados, a menudo se nos invita a contenernos,, “¡Olequesí!” es una exclamación que abre puertas. No es solo un aplauso, es una afirmación de vida. Es el impulso que te anima a seguir adelante cuando el cansancio asoma, es el reconocimiento de lo bueno que nos rodea, es el guiño cómplice que nos dice: “sí, vale la pena”, para transformarlo en “sí, vale la alegría”. Es la mirada amable que acoge, el semblante afectivo que inspira confianza, la determinación para seguir superándose y el orgullo de ver los cambios que uno ha logrado.
La fuerza de la celebración consciente
En la filosofía de Maximín, “¡Olequesí!” no es ruido vacío, sino la celebración consciente de un instante. Es reconocer la belleza en un gesto, en un logro, en un momento compartido. Es un sí que brota desde la gratitud y que se acompaña del cuidado personal y del cuidado hacia los demás, entendiendo que el bienestar propio y ajeno están profundamente conectados.
El estímulo que sostiene
“¡Olequesí!” es también aliento para quien lo recibe. Es un recordatorio de que lo que hace, lo que es, tiene valor. En un estado social donde las críticas suelen ser más ruidosas que los halagos, decir “¡Olequesí!” es ofrecer un contrapeso luminoso. Es una caricia verbal que impulsa a superar adversidades y a confiar en el propio camino.
La positividad serena
No se trata de un optimismo ingenuo, sino de una positividad con raíces. “¡Olequesí!” no niega las dificultades, pero recuerda que incluso en medio de ellas hay espacio para el asombro, la esperanza y la fortaleza. Es la mirada que reconoce el reto y, aún así, dice: “seguimos”.
Un lenguaje que conecta
Las palabras crean puentes, y “¡Olequesí!” es uno de esos términos que pueden unir a las personas. Tiene la calidez de lo cercano y la fuerza de lo universal. Puede surgir en una conversación íntima o en medio de una celebración pública. En ambos casos, transmite energía, reconocimiento y conexión.
Elegir el sí
En la vida diaria, tenemos muchas oportunidades para decir “¡Olequesí!”. A veces será al ver un acto de bondad, otras ante la belleza de un amanecer, o al presenciar un esfuerzo genuino. Decirlo es elegir ver lo que suma, lo que inspira, lo que merece ser celebrado. Es abrazar la vida con gratitud y abrir la puerta a nuevas posibilidades.
Desde la mirada de Maximín, esta expresión es más que una palabra: es una actitud, una práctica y un regalo. Un sí consciente que alimenta la vida, que reconoce la belleza en lo cotidiano y que, compartido, se multiplica.
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