
El Feminismo es un movimiento social, político y moral, que surge en Occidente en el siglo XIX con la reivindicación del derecho al voto de las mujeres.
Hasta ese momento, las mujeres estaban subordinadas, oprimidas y marginadas por una sociedad, que llamamos patriarcal porque parte de la premisa de que los hombres son superiores a las mujeres y, por tanto, privilegia a los hombres en todos los derechos sociales, políticos, económicos, culturales y personales.
El origen del pensamiento feminista se remonta al movimiento ilustrado de finales del siglo XVIII, que defiende la igualdad de derechos, la libertad y la fraternidad. Y que dan lugar a la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano. Los valores que se siguen de esa declaración están en la base de la Modernidad. Pero contienen una contradicción: que esos valores se refieren solo a los hombres, así que la mitad de la humanidad queda fuera de ellos.
Con estos valores se produjo la Revolución Francesa y burguesa, que desbancó a la casta de la nobleza con sus derechos y privilegios. Desde ese momento histórico todos los hombres son iguales ante la ley sin diferencia de clase. Esa situación dio lugar a la Democracia, en la que los gobernantes son elegidos por la ciudadanía.
Pero el pensamiento ilustrado y la revolución que se siguió de él, se olvidaron de las mujeres, que siguieron sometidas a los hombres. Sin derechos de autonomía, sin capacidad de decisión, ni derecho de voto.
Las mujeres nunca alcanzaban la mayoría de edad, es decir, siempre dependían de algún hombre: su padre, su marido, su hermano. No podían comprar ni vender propiedades sin el permiso de un hombre. No podían acceder a un trabajo remunerado sin el permiso de un hombre. No podían abrir una cuenta bancaria, viajar, etc. Tampoco tenían derecho a la educación. Así que su situación era de dependencia y subordinación total.
En esa situación de contradicción entre lo que defendía la Democracia y lo que sufrían las mujeres en la realidad, surgió el movimiento feminista para luchar por la igualdad de derechos. Para que la igualdad, la libertad y la fraternidad también incluyera a las mujeres.
En un primer momento, en el siglo XIX, la lucha fue por el derecho al voto, que significaba el derecho a ser consideradas ciudadanas, es decir, sujetos libres, e iguales. A estas mujeres se les conoce con el nombre de “Sufragistas”, porque defendían el derecho al sufragio universal. Las primeras mujeres que murieron por defender este derecho fueron inglesas y norteamericanas. Después se extendió a todo Occidente. En España se consiguió el derecho al voto en 1931, con la Segunda República, pero se anuló en 1939 con la victoria del golpe de Estado militar que llevó a una dictadura de 40 años. Así que no fue hasta 1978 que las mujeres pudimos votar en España.
Más adelante surgieron nuevas luchas para conseguir otros derechos: el derecho a una educación sin límites, el derecho a un trabajo remunerado. El derecho a igual trabajo igual salario, que aún no se ha conseguido del todo. El derecho a la participación en la vida política. Etc.
Con la llamada segunda ola del movimiento feminista se luchó por los derechos personales: El derecho a elegir marido. El derecho al divorcio. El derecho a permanecer soltera sin que eso fuera objeto de burla y escarnio. El derecho a elegir la maternidad, es decir, derecho a los anticonceptivos y derecho al aborto. El derecho a la sexualidad libre. El derecho a la homosexualidad. El derecho a que las tareas de cuidado (de la casa, de los niños, de los enfermos y de los ancianos) sea compartida al 50% entre hombres y mujeres. Este derecho aún no se ha conseguido. El derecho a ser consideradas personas y no objetos de adorno. (Este derecho todavía no se ha conseguido plenamente). El derecho a una relación paritaria dentro del matrimonio (tampoco se ha conseguido en la mayor parte de los casos). El derecho a ser tratadas con respeto. Etc.
En el momento actual el feminismo sigue luchando, por la plena realización de todos esos derechos, como el llamado techo de cristal que se refiere a la dificultad de obtener puestos de responsabilidad y prestigio por parte de las mujeres, aunque sus méritos sean iguales o superiores al de los hombres que optan por el mismo puesto. También la lucha sigue activa contra el maltrato físico y psíquico que se deriva de la ideología patriarcal que sigue considerando a las mujeres como seres inferiores a los hombres. Es decir, que las consideran objetos que deben agradar, obedecer, y someterse, como objetos de su propiedad. Cuando las mujeres actúan como dueñas de sus vidas, hay muchos hombres que se sienten con el derecho de maltratarlas y matarlas, como comprobamos cada día. Por tanto, acabar con el maltrato a las mujeres es un objetivo central del feminismo. En mi opinión, como ya he dicho otras veces, ese problema no se puede resolver solo con medidas policiales y judiciales, Es necesario impulsar políticas educativas que pongan la cuestión del respeto y la igualdad como objetivo central.
Por todo esto, y porque la mayor parte de los derechos de igualdad no se han conseguido plenamente, el Feminismo sigue siendo un movimiento social y político imprescindible.
Añadir nuevo comentario