Dos siluetas se divisan allá en la hondonada, junto al estanque. Me estás matando, Lili, ya es hora de acabar con esta situación ¿Es todo lo que sabes decirme?, me duele tu insensibilidad. No es que no me importe, cariño, y le coge las manos y se las lleva a los labios, es por tu bien, por nosotros. ¿Por mi bien? Todo mi bien se acabó aquel día estúpido de llovizna majadera e inacabable. ¿Estás aquí, no?, y podemos contarlo, ¿no es suficiente?, ¿es que no te paras a pensar cómo lo estoy pasando? No creas que sólo duelen las heridas del cuerpo, también las del espíritu y, además, atormentan. Cuando me voy a dormir, cuando cruzo la frontera de la vigilia para pasar al mundo del sueño, me sobresalta el chirriar de los frenos y veo cómo sales despedida por el parabrisas, me tengo que incorporar en la cama porque si no me asfixia la angustia que siento, la boca me queda seca como el esparto y tengo que ir a la cocina a tomarme un vaso de agua, luego, ya no puedo conciliar el sueño y paso el resto de la noche con la mirada fija en el techo, porque tengo miedo, porque yo también sufro, y porque pienso que si me duermo veré de nuevo tu rostro ensangrentado, le dice mientras se golpea la palma de la mano izquierda con el puño derecho, lleno de rabia e impotencia. No, cariño, no es que crea que no lo sientes, pero, ¿te has fijado en mi cara? Para mí es tan bonita como siempre y tu piel sigue siendo como la seda, y alarga la mano para acariciarle la mejilla izquierda, Lili gira la cara y la mano masculina termina sobre la mejilla derecha.  

Lili, no seas tonta, eres mi chica favorita. Ven, la coge por los hombros y la acerca al muro del estanque, inclinándola hasta que su imagen se refleja en las verdes y quietas aguas. En el zarzal cercano, un jilguero canta despidiendo el día que termina. Mírate bien, mira tu cara, tu pelo, tu cuerpo ¿Qué tienes que envidiar a ninguna otra mujer? ¿Por qué estropeas los que pueden ser nuestros mejores días? ¿Por qué permites que un pequeño corte ensombrezca nuestras vidas? Mírate de nuevo, yo te veo hermosa, eres preciosa. Eso lo dices para consolarme, por compasión. No, no pongas en mí sentimientos que no tengo, y en tu cara sólo debes ver lo que en ella hay: una pequeña cicatriz sin importancia. Todo lo demás lo añades tú. Se levanta una suave brisa que trae aroma de rosas y el sol ya se pierde tras la colina. Acércate otra vez, mira, y le muestra su imagen, que ahora tiene reflejos dorados, ¿Ves tu herida?, y tira una piedrecita que rompe la visión, formando ondas que se expanden, desdibujando el rostro de Lili. La brisa los acaricia mientras ellos se abrazan.

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