
NUEVA SECCIÓN
I Manifiesto
“Naturalmente hembra, terrícolamente humana, universalmente pensante”.
Origen, del latín origo, originis (comienzo, principio, nacimiento).
Refrescar la memoria resulta tedioso, pareciera como jalar las orejas un poco hacia atrás, desde el comienzo, donde se crea la realidad, el nacimiento, antes de condicionar, torcer o quebrar la voluntad o la experiencia. Al igual que los zapatos se hicieron para los pies, para cubrirlos y protegerlos, pero; adoptaron sentido o sentimientos valorados por el ser social, son: hermosos o feos, costosos o baratos, de hombre o de mujer, tal vez, estas afirmaciones obedezcan más a la cultura, a las modas o al PIB (Producto Interno Bruto). Pero, mayor carga moral y ética llevan unos zapatos de mujer, ¿De mujer? Sí, de mujer. Porque sean altos o bajitos pesan en la conciencia, en el pasado y, a veces, en los ovarios y, a veces, en los testículos.
Iniciar los manifiestos, exclusivamente para humanos, apremia alguna explicación de ser humanos, o de ser lo que sea, tal vez, no canse tanto ser hombre en una sociedad hecha por hombres para hombres. Porque quienes reclaman libertad, no la tienen, ¿o acaso, andan gritando consignas mojadas del llanto de parto hombre alguno? ¡No! Porque reclama el sin derechos o el etiquetado de: mujer. No soy feminista a ultranza, pero valoro las consignas, soy investigador y creador de razones para ser menos necios. Entre ellas, este artículo, que refleja la condición mutilada de ser mujer, de ser etiquetado por una orden política de antaño, discutida en asambleas de hombres, que también fueron etiquetados de hombres. Leyes, costumbres y roles, privilegios y súbditos de los privilegiados. El que come y el que cocina, el que empreña y el que paré cuando olvidaron que parían ambos. Hablo de los humanos, sin el sustantivo sexualizado de la disparidad: (él, ella).
Volver a ser humano o recuperar la cordura de serlo, al menos, nos acerca a lo que somos: naturalmente machos por tener huevos fecundos, por ser la antítesis de lo que hoy llamamos: hombre, quién tiene “más fuerza” “inteligencia” “libertad” “oportunidades”, o así, no los hicieron creer los mismos que discutieron los roles para la mujer, que no corrió con la misma suerte. Volver a ser humanos es dejar discurrir el velo del troglodismo y tribalismo, que aún condena la vida. No se es humano por amar al prójimo y rezar de rodillas, se es humano cuando quitamos las vendas mentales y destruimos el manual, no precisamente el de Carreño, sino el que lo antecede, el que inició sin los modales y buenas costumbres, el que compiló los roles, ese que advirtió: “quienes eran libres y quienes eran mujeres”.
Ser humano sobrevalora todo fundamentalismo moral, ético, religioso, político, biológico y cultural. Ser humano, es ser parte de un planeta, de una biocenosis de organismos vivos, llamado: tierra. Humanos de la tierra. Para sistematizar la experiencia y reconstruir nuestra realidad, basta con despojarse de los condicionamientos, basta con apagar un momento el sistema que yace en nuestro campo neuronal, porque un sistema jamás se encontrara fuera de un ordenador, afuera lo que habita es la bulla de la tele, porque todo sigue haciendo mella en donde pertenece, en nuestro ordenador: campo neuronal. Escribí sobre un tema susceptible para que comprendamos que debemos rescatar nuestra humanidad para poder comprender todos los manifiestos que saldrán en esta edición todos los meses, y con esto culminar, que la palabra mujer es solo un constructo social, como todas las palabras que estudiaremos. Ellas simplemente son: Naturalmente hembras, terrícolamente humanas, universalmente pensantes.
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