Veamos ahora la otra clave que se compartía en esa primera clase especial con el lema “vivimos en una gran mentira”. Esta es una de las mayores contradicciones aparentes de nuestro tiempo, donde la cantidad de información, excesiva, es la mayor de todos los tiempos. Pero no confundamos cantidad con calidad, es ahí donde radica el problema. El nivel de la mentira es hoy de tal calibre que dificulta el acceso a la verdad como en épocas oscuras, recordándonos a “El nombre de la rosa”. Esa mentira no es inocente, sirve a intereses concretos y minoritarios, en todo caso contrarios al bien general de la humanidad. Lo peor de todo son las noticias oficiales que, repetidas con pequeños matices, actúan cual filosofía Goebbeliana, con resultados tan extraordinarios que generarían sin duda envidia en dicho personaje. En un alarde de prepotencia e hipocresía se tacha de desinformación o teorías conspiranoicas a toda voz disidente que incluso es perseguida como en épocas que parecían superadas. Tras la pandemia y la Guerra de Ucrania, el problema ha alcanzado límites extremos con una auténtica dictadura de la información en una zona del mundo que presume de libertad y califica de dictadores al resto. En resumen, la manipulación de la información es la principal herramienta del orden decadente que en su decrepitud se aferra para no caer e intenta morir matando. Pero la evolución  sigue y el gran cambio  hacia un orden superior, hacia el sueño utópico del mejor de los mundos, se producirá, siendo un indicador de su llegada cuando accedamos por fin a la información real. La humanidad no elegirá entonces la autodestrucción como hace ahora guiada por esa información malévola. Todo se andará y debemos creer como optimistas que será más pronto que tarde. Mientras tanto, no intentemos convencer a nadie, el adoctrinamiento y lavado de cerebros es tal que sería malgastar energía, más bien seamos un ejemplo con nuestra propia vida.

En la oportunidad que brindaban las clases, a esta explicación se añadía una práctica empírica y divertida. Por grupos se proponían dos temas, uno local y otro internacional y se pedía que debatieran hasta llegar a un consenso sobre lo que actualmente pensaban sobre el tema elegido. No se accedía a nueva información para no alterar la opinión que tenían ya en sus mentes, luego se compartía para toda la clase grupo por grupo. Los temas propuestos tenían dos características: ser conocidos y que el profesor tuviera un nivel elevado de conocimiento de los mismos cercano al experto. Finalmente, se contrastaba esa información con la expresada por el alumnado. Ambos casos probaban ser ejemplos extremos de sesgo y manipulación para asombro y demostración del grave problema de la calidad de la información. Durante años por prueba y error se fueron descartando temas que pudieran generar malestar o ser desagradables, se trataba de aprender divirtiéndose. Así, dos temas quedaron como los mejores y se repitieron bastantes años. El tema local era “las pirámides canarias”. En este caso, la academia científica, incluyendo por supuesto a la propia universidad donde se hacía esta práctica, simplemente negaba la existencia de pirámides como tales. Sin embargo, las imágenes que se proyectaban en la clase valían más que mil palabras. Remitimos al lector interesado a uno de los escritos de esta revista en esta sección titulado “Las pirámides canarias”. El otro tema era el personaje de Michael Jackson, del que también tenemos un escrito en la misma sección titulado “El último avatar”. Poseyendo el récord de “el hombre más conocido del mundo” era espectacular comprobar que más bien se trata del más desconocido, gracias una vez más a la mentira difundida hasta la saciedad por los medios.

Sorpresa, enseñanza, promoción del librepensamiento, diversión, ¿cómo no iba a ser la clase preferida?

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