lázara tania

AUTORA: Lázara Tania Linares Ramos

TÍTULO: Dolor que viene y va

 No dejes que la lejanía entre en ti

y te vuelva distancia[...]

Sombras que vas de mí».

                                José Mario

Haré de la secuencia de los 

minutos nuestro tiempo.

De las batallas, la victoria perfecta

y del escribano, la pluma de abnegada 

justicia.

De las tempestades el relámpago 

que susurre tu nombre.

Haré de los días, un año de amor 

y de las noches, un sueño mágico. 

Quizás haga del silencio,  

la palabra astuta.

Del recuerdo, una trampa divertida,

y del olvido, el juego del engaño.


AUTORA: Dulce María Díaz

TÍTULO: El hombre de oro

Hubo un hombre de alma seca,

mirada fría, sin voz ni fe,

que, al tocar el cobre, el hierro y la arena,

los volvía oro, sin saber por qué.

Su casa brillaba, su mesa pesaba,

sus alfombras relucientes estaban

su cuenta en el Santander explotaba,

su sombra valía más que su piel,

y a nadie, quería atender,

pues su riqueza no le permitía ver.

Sin embargo, un triste día,

se ahogó con su propio poder.

Olvidó los nombres, los números

y, todo su ser;

la lluvia y el hambre ya no lo dejaban ver,

y en su bolsillo sonaban las monedas

como rezos huecos al adiós del tener;

pues el destino le quebró

y le devolvió la sed.

Entonces se arrodilló,

recordando su niñez,

y al tocar la tierra

sintió que el alma volvía a nacer.

Ya no quiso oro, ni trono, ni gloria,

solo un pedazo de pan y de ayer,

porque entendió

que la riqueza es amar y creer,

ver un atardecer y anochecer

querer a quien te quiere,

dar cobijo a quien no tiene

o, allanar el camino que se quiere.

Aprendió que sus risas

eran eco y ostentación,

y que la gente humilde que lo amaba

era la auténtica,

y la que llenaba su corazón.

En los tiempos sin alma,

no había ternura que lo rosara,

por su codicia brava

que lo atormentaba.

Se cegó de gloria,

sin ver la nada,

porque le habló el dinero

con voz dorada.

Sin embargo, una noche

de madrugada,

el espíritu llegó alborotado;

alegando: eres un malvado.

No das al necesitado,

no miras al amigo del pasado,

ni ayudas a quién te pide

una moneda pequeña

para el pan necesitado;

eres roñoso y tacaño,

siendo hoy, tu día sagrado

para decir:

¡No vale el oro más que el amor!


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