Muchos cursos habían ido conformando la vida de don Pedro, demasiados rostros como para retenerlos a todos vinculados a sus nombres. Sin embargo, aquella cara, aquella sonrisa, aquel color de voz parecían preservados del paso del tiempo.

Se le acercó, 7:15 h de la mañana, despertaba la capital conejera bajo el habitual cielo tiznado. No estaba muy segura, disculpe... buenos días; quizás no se acuerde de mí, hace muchos cursos usted fue mi tutor y mi profesor de Lengua en 2º bachillerato... Mientras la miraba, don Pedro buscaba con tesón un nombre para aquella mujer que se había detenido frente a él. Usted, su entusiasmo, su forma peculiar de impartir las clases, su implicación humana, fueron muchos los detalles que me marcaron tanto a mí como a mis compañeros. Créame, nos dejó una huella imborrable, aunque suene a tópico; a veces, cuando nos reunimos algunos de aquel grupo, hablamos de usted, de su buen hacer, lo recordamos siempre con cariño, con admiración, muy agradecidos... La interrumpió el profesor, aturdido por tanto elogio, apremiado por el tiempo. Se disculpó sensiblemente emocionado, rebuscando aún el nombre que asociar a la mujer.

Una semana después, sobre la misma hora, a la misma altura de la calle Venezuela, ella apareció con una bolsa azul en la mano derecha. Don Pedro había estado hurgando en multitud de compartimentos de sus recuerdos, en vano: ni curso, ni nombre. Le dolía, sentía frustración, vergüenza por no haber hallado respuesta a lo que requería su corazón también. No se atrevía a preguntarle el nombre, ni el curso ni alguna anécdota que le facilitara la búsqueda.

Buenos días, don Pedro. Hoy me toca de nuevo turno de mañana en el trabajo, esperaba encontrarlo. Le he traído un detalle, le ayudará a recordar, seguro que lo tendrá guardado, pero no importa, me apetecía que volviese a sus manos.

Le pasó la bolsa azul. El profesor, visiblemente nervioso, extrajo un paquete del interior. Le quitó el envoltorio, también en tonos azules, y ante él apareció enmarcada la dedicatoria a 2º bachillerato B, escrita por don Pedro unos veinte años atrás como cierre y despedida de aquel curso.

Solo pudo leer las palabras iniciales, se le había nublado la vista, se le había quebrado la voz... Se acercó a la mujer que le había conmovido, la abrazó desde el corazón, un tímido y profundo gracias.

Por la tarde, recogido en su sala de trabajo, don Pedro leyó el texto completo, pausado, reanimando las esquivas imágenes que no había podido encontrar antes. Reafirmado en su fe en el ser humano, creyó que el mundo merecía conocer esto, las lecciones con las que la vida sorprende.

Historia de una convivencia, a 2° B

Habéis conformado una piña humana difícil de conjuntar, muy difícil porque habéis demostrado una calidad, calidez humanas muy, muy especial… además un grupo de trabajo exquisito, con el que realmente apetecía compartir no solo clases sino amenas y enriquecedoras conversaciones, experiencias vitales que marcan, estimulan a seguir luchando en la enseñanza y por supuesto en la vida.

Cada uno, con un sello personal, la impronta del destino, ha encontrado el hueco apropiado, ha encajado perfectamente en el rompecabezas que supone cada clase. Armonizasteis vuestras vibraciones, generasteis un ritmo de trabajo uniforme, un latido vivencial muy conjuntado… y cada uno con su papel en el reparto.

Desde la tierna sonrisa, inmaculada y luminosa de Carmen; el dulce fuego, el batallador e incansable espíritu de Cristina -con un fondo tan sano-; la intuición, el elegante razonamiento de Laxmi, desde un trasfondo humano envidiable; la mirada, la expresividad quizá azul, quizá verde de unos ojos delatores de la gladiadora Mª Amor; la dulzura personificada, el trato suave, aterciopelado de Sara; el poderío de una voz de quien empezó a dejarse conocer, a transmitir más allá de su condición de alumna, Yanire; y la ensoñadora protesta, de sonrisa fácil, de palabra firme y gran corazón, Leticia; también la domadora de las palabras, de la vocalización, de la mirada profunda e inquisitiva, Tilellit; el creativo, el mago del ornato, el buscador de belleza, el curioso Eleazar; la cortesía, la relación refinada y pulcra, el chico transparente, de marcadas convicciones, Aday; el elocuente silencio que poco a poco parió la palabra, la honesta y sincera lucha por superarse, Mª Eugenia; además el trío, ese ramillete de deliciosas locas, artistas, animadoras, personas por encima de todo, auténticas, geniales: Gloria, voz, corazón; Betsaida, gesto, ternura y mirada; Mª José, tesón, sinceridad y.…; y tú, la poetisa, el espíritu inquieto, la chica de corazón prieto, de sutiles verdades, la observadora... Yanira.

Seguro es que no os olvidaré, me ha encantado compartir este “embarazo” del que habéis conformado una hermosa criatura: un 2°B ciertamente irrepetible.

Con dolor se cierra un ciclo, también alegría, la plena satisfacción de haberos conocido.

Gracias por esos imborrables días de jugueteos verbales, de creativas connotaciones… de veras que rompíais la modorra, el tedio de cualquier mañana. Gracias por compartir parte de vuestras horas.

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