El mes de octubre en Tertuliacte

En el mes de octubre TERTULIACTE se reunió dos veces en la sede de la Orden del Cachorro Canario de Las Palmas de Gran Canaria para compartir literatura y amistad, aderezado de un buen café.

Este mes las tertulias giraron en torno al Soneto y los Cuentos.

Les dejamos por aquí una muestra de los trabajos compartidos.


SONETOS

MIRADA

A Emma R. González Concepción

Cuando tu voz calló, calló la fuente

y el aire se quedó sin tu ternura;

todo mi ser, perdido en la espesura,

buscó la luz, remanso transparente.

Fue tu partida un filo incandescente

que abrió en mi sombra grietas de locura;

mas, de tu adiós brotó la compostura

de un corazón que amó calladamente.

Porque en tu ausencia nace mi esperanza

y en tu recuerdo vive mi sentido

como en la noche vela la confianza.

Si el tiempo borra el rastro del latido,

no disipará nunca la templanza

que es fe de haber amado lo perdido.

© Aurelio V. Lorenzo


1.- Soneto a la danza del azar
No elige el viento a quien acaricia,
ni sabe si su paso es bendición;
su juego es el temblor, la indecisión,
la risa que en la sombra se desliza.

Así el amor, sin cálculo ni prisa,
nos toma por sorpresa, sin razón;
y en medio del azar, la intuición
nos guía como luz que se improvisa.

No hay más que el movimiento que nos toca, 
la curva que no espera ser trazada,
el beso que se da sin otra boca.

El viento nos enseña su jornada:
vivir es aceptar lo que provoca
el giro inesperado de la nada.

  1. Soneto al instante que se da
    El viento no repite su camino,
    ni vuelve sobre huellas ya borradas;
    su ley es no tener ley ni jornadas,
    su arte es no saber de lo divino.
    Así también el amor, sin destino,
    nos llega por las puertas olvidadas;
    y en cada azar, las almas convocadas
    se abrazan sin saber por qué el designo.
    No hay más que este momento que respira,
    sin cálculo, sin miedo, sin medida,
    como el soplo que al árbol lo retira.
    El viento es el azar, la luz rendida
    que en cada giro incierto nos inspira
    a amar sin más razón que estar con vida.
    Katy Hdez.

CUENTOS

Gara y Jonay, amor entre fuego y agua

En la isla de La Gomera, donde los barrancos susurran secretos y los chorros de agua predicen destinos, vivía Gara, princesa de Agulo. Cada año, durante la fiesta de Beñesmer, las jóvenes acudían a los Chorros de Epina para mirar su reflejo y conocer su suerte en el amor. Si el agua estaba clara, el corazón florecería. Si por el contrario se enturbiaba, el amor traería dolor.

Cuando Gara se asomó al agua, el reflejo se volvió oscuro, pero luego apareció un sol ardiente. El sabio Gerían la miró con gravedad: —Tu alma es agua niña, pero el fuego te busca. Si se cruzan, arderá tu corazón.

Días después, llegaron guanches de otras islas para celebrar la fiesta. Entre ellos venía Jonay, príncipe de Tenerife, tierra del volcán. Al cruzar su mirada con Gara, el tiempo pareció detenerse. No hubo palabras entre ellos, pero sí un reconocimiento antiguo, pero como si sus almas se identificaran de inmediato.

El amor brotó como agua en roca seca. Se prometieron en secreto, pero cuando sus padres supieron de su unión, el Teide comenzó a escupir lava. El sabio Gerían recordó la profecía: fuego y agua no debían mezclarse. Los ancianos prohibieron su amor, y el volcán se calmó.

Pero Jonay, abrumado en su deshonra y deshonor y sabiéndose guerrero guanche, no aceptó tal destino. Una noche, cuando todos dormían, infló odres de piel de cabra y cruzó el mar nadando hasta La Gomera. Allí encontró a su dulce Gara, y juntos huyeron hacia el bosque, buscando respuesta y refugio en la cumbre más alta.

Al despertar la mañana, los perseguidores no tardaron en seguirlos. Y allí , en la cima del aquel ,ahora , emblemático monte, y rodeados por quienes una vez les criaron pero por leyes separaron, Gara y Jonay se abrazaron por última vez.

Jonay:

—Amor, si el mundo no nos permite vivir juntos, que al menos nos deje morir unidos.

Gara (con voz temblorosa ): —Pero no somos fuego, pero no somos agua, tan solo somos, lo que ocurre cuando dos almas se aman!

Jonay: —Entonces, que este abrazo sea honor y raiz y que la tierra nos guarde y nos honre como lo ha hecho este bosque.

Gara:
—Y que el silencio que dejemos sea siempre más fuerte que cualquier palabra que nos niegue.

Tomaron un palo afilado por ambos extremos, lo colocaron entre sus pechos, y se fundieron en un abrazo eterno.

Así murieron, como vivieron: unidos por lo imposible, por el fuego y por el agua, verdaderamente, por el amor que desafía la misma tierra.

Desde entonces, el Parque Nacional de Garajonay lleva su nombre, allí en lo más alto. Y cuando la bruma cubre la cumbre, algunos dicen que se escucha un susurro que atribuyen al viento, pero no lo es. Es Gara y Jonay, recordando al mundo que el amor verdadero no se apaga nunca, ni siquiera después de la muerte.

© Katy Hdez.

Antes muerta que sencilla

"Dormir así es ilegal y secreto". Peter Sormani.

Una madrugada, después de un día agotador, mamá Lola se levantó a tomar  agua, y al pasar por delante del espejo, no se reconoció, a pesar de que era la misma que viste y calza. Su réplica en el espejo fue un susto en toda regla: hacía las veces de pijama una camiseta desteñida, agujereada y de la talla ni les cuento…, en definitiva; una “pieza” de auténtico museo; era más antigua que el Big Bang. Asimismo se vio con los ojos llenos de pintura y pensó: “total es para planchar la oreja”; incluso, nadie me ve. En ese silencio interno escuchó una voz, la de su abuela, quizás, la de su maestra de la niñez que quiso un tiempo atrás algo mejor para ella o la de su propia conciencia que le susurraba.

—¿Por qué te tratas como si no valieras nada? ¡No me duele tu ropa; me duele que no te valores!

Al día siguiente su hijo le preguntó de manera cándida.

—Mamá...  ¿por qué tu cama siempre parece triste?

Esa pregunta fue un impacto que recorrió todo su cuerpo.  Comenzó a entender que no solo eran las viejas sábanas o los trapillos que se ponía: era ella olvidándose de sí misma como lo habían hecho tantas y tantas mujeres.

Esa misma tarde, tiró la casa por la ventana y compró: pijamas, sábanas, manteles, tazas de café y, los puso al uso. Desde ese día aprendió que somos hijos de la muerte y que sólo nos llevamos lo disfrutado y que, durante nuestra existencia terrenal, merecemos respeto, dignidad y amor hacia nuestra existencia.

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