Por cantar una folía a la puerta de una ermita, me dieron cuatro pesetas y un vaso de agua bendita.
Para hablar de las ermitas, tratemos de definirlas correctamente. En el Diccionario de la Lengua Española, el término “ermitas” viene descrito como “Santuario o capilla generalmente pequeña, situado por lo común en despoblado, que suele no tener culto permanente”. Las ermitas y las capillas en nuestras islas, responden tipológicamente a una arquitectura muy definida, que las diferencia de sus homónimos del territorio peninsular. Esta arquitectura, de índole popular, va ligada a un lenguaje sencillo, a una austeridad y modestia arquitectónica, que se repite de forma constante. Este hecho es debido a estar situadas por lo general en el ámbito rural, y tener que recurrir a maestros anónimos o de segundo orden, frente a los que trabajaban en templos de mayor importancia, con categoría de parroquia. El lugar de ubicación de estos templos era, por lo común, un punto apartado de la población, cuyo servicio, en los primeros tiempos y aun después, se encomendaba a un ermitaño. Esto fue así, sin duda, en sus orígenes, aunque después la mayoría de las mismas quedaron insertas en el interior del casco urbano a medida que este iba creciendo.
Estas construcciones religiosas, que salpicaba el agreste paisaje y que hoy son solo edificios aislados dentro de las agresivas construcciones y las nuevas tramas urbanas, salvando contadas excepciones constituyen el fenómeno de las ermitas en Canarias que debemos asociarlo, en la mayoría de los casos, al fervor religioso imperante en la sociedad isleña del Antiguo Régimen. Una característica bien definida en una clase social determinada que anhelaba la fundación de un recinto sacro, para la consolidación de su preeminencia social que los diferenciaba del resto de la población. A ello, sumamos la tan recurrida unión entre lo espiritual y lo material, que podemos ejemplificar en la contribución de particulares al sostenimiento del culto divino y su asistencia, no solo de sus propias familias, sino destinada para los vecinos del lugar. Otro factor a tener en cuenta, es la distribución poblacional de las islas en esa época, asentamientos dispersos, en ámbitos rurales alejados de los centros urbanos consolidados, ya sean en haciendas o pequeños pagos, por lo que la construcción de un pequeño recinto sacro en esos ámbitos paliaría esa necesidad pastoral tan demandada por una población mayoritariamente campesina, algo que intentarían solventar los ricos y poderosos propietarios. Pero no podemos obviar otro aspecto a tener en cuenta, no todas estas modestas construcciones se debieron al empeño de familias y particulares. Nos encontraremos con ermitas construidas por la propia colectividad como “acción de gracias” por algún hecho milagroso o simplemente para suplir la necesidad espiritual de la entidad poblacional donde se construye.
En ocasiones, una ermita puede ser prácticamente un humilladero cubierto de planta rectangular, con paredes en tres de sus lados y reja en el otro. Es tradicional en muchas ermitas celebrar misa el día de la festividad del santo bajo cuya advocación están, pudiendo celebrarse además romerías y festejos en su entorno.
Hay santuarios que originalmente se construyeron en despoblados y posteriormente han quedado rodeados de otros edificios, pero conservan la denominación de ermita. Por el contrario, hay iglesias que se construyeron como parroquias y acogieron culto habitual, pero luego, al despoblarse su entorno, quedaron más aisladas y han pasado a considerarse ermitas.
La ermita El Calvario es uno de esos lugares que me inspira, se encuentra ubicada en el casco antiguo del municipio de San Miguel de Abona, en la isla de Tenerife de las Islas Canarias.
El Calvario, data de finales del siglo XIX y desde su construcción formaba parte del recorrido del Vía Crucis de Semana Santa que partía de la Iglesia de San Miguel Arcángel y llegaba hasta este lugar. Su construcción es reflejo de la arquitectura religiosa típica de esta zona de la isla, y por sus rasgos se cree que fue levantado por el mismo autor del Calvario de Granadilla de Abona.
El terreno sobre el que se sitúa fue cedido por Doña Claudina Alfonso, que supone un ejemplo de la participación de las familias sanmigueleras en la donación y construcción de edificios religiosos.
Según el libro "San Miguel de Abona y su historia" de Miguel Ángel Hernández y Pedro Pablo Pérez, El Calvario "está situado en la entrada del barrio de El Lomo, frente a la Casa de los Capitanes" -prosigue la descripción- "El terreno o solar donde se halla ubicado fue donado por Doña Claudina Alfonso, quien a su vez, colaboró incondicionalmente en las obras de su edificación." Doña Claudina Alfonso Hernández, hija de Casiano Alfonso Feo y Claudina Hernández González, murió soltera y sin descendencia. Sabemos que fue Presidenta de la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús de la parroquia de San Miguel Arcángel, tal y como se deduce del libro de actas.
En el Archivo Parroquial de San Miguel de Abona se recoge el documento por el cual, su sobrina, Doña Candelaria Alfonso dona esta propiedad a la iglesia de San Miguel.
Su planta es rectangular, con cubierta a tres aguas. Lo único destacable es que en su forma dominan las líneas rectas sobre las curvas. Su portada es grande en relación con el conjunto del edificio, con un arco semicircular hecho de cantería.
Verticalmente, corren dos bandas de piedras en los extremos de la nave, que sirven de columna y están rematadas por florones. Existen también dos espacios, uno a cada lado de la nave, rematados por dos columnas más pequeñas, sobre las que encontramos también florones, todo ello con el fin de ampliar la fachada y embellecerla. Por último, podemos observar, en altura, una especie de frontón de tímpano liso, y en el vértice superior del triángulo se erige una cruz que, además del símbolo que representa, sirve para darle mayor realce al edificio y de ornamentación junto con los florones.
En cuanto a la imagen que alberga esta construcción, el Santísimo Cristo del Calvario, sabemos por tradición oral, que fue hecho en el año 1944 por el propio cura Don Rosario de Mercurio, que sirvió a la parroquia como párroco desde 1943 a 1946, y que tuvo como modelo su propio cuerpo para realizar la imagen, añadiendo como anécdota que le arrancó la primera cabeza que realizó por no gustarle, haciendo después la que luce hasta la actualidad.
Lugar de citas clandestinas
La jovenzuela apretó el paso, cerró sus puños para darse valor, fijó su mirada en el camino al tiempo que fijó también su determinación, nada ni nadie la detendría. Mientras caminaba de aquella manera como si el tiempo se fuera a acabar de un momento a otro, el viento empujaba su falda hacia atrás pero sus pensamientos volaban hacia adelante al encuentro del amor. Él la esperaba en la ermita, el lugar de sus citas clandestinas, y aposento de sus amores furtivos.
María de la Luz
Fuentes consultadas
https://www.pateatenerife.com/el-calvario/
http://noticiasparroquiasdesanmiguel.blogspot.com/2014/07/el-calvario-de-san-miguel-de-abona.html
http://costasanmiguel.com/es/cms_root/noticias/
https://www.arona.org/Portals/0/documentos/0_16530_1.pdf (II Jornadas de Historia del Sur de Tenerife)
http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/view/8322/7431
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