El Premio Amparo Walls Hernández va ya este año por la séptima convocatoria. Es de justicia felicitar a ACTE por su dedicación y continuidad en recordar la figura de la escritora canaria de quien diré que existe una publicación titulada Orígenes1, que contiene los libros que publicó a partir de los 94 años, lo que la sitúa entre las pocas autoras que editaron con esa edad.
Nos reunimos cuando hicimos la presentación en ese magnífico marco del teatro del Círculo de Amistad XII de Enero y hablamos de Ángeles Hernández Cruz (Angie), ganadora del III Premio Amparo Walls Hernández de novela corta. Cuando el Jurado concedió el premio a Piedra y océano de Angie destacó que se trata de una hermosa historia que mantiene el interés de los lectores sin que decaiga en ningún momento. Afirmación que es absolutamente cierta.
Conocí por primera vez los escritos de Angie Hernández Cruz con el relato Un tango para Esther. Ahí ya expresaba su exquisita sensibilidad y enorme capacidad de transmitir los sentimientos humanos. Los sentimientos, emociones y, sobre todo, los pensamientos que bullen en las mentes y que hacen que hagamos una cosa u otra. Y en ese relato que digo, y que ganó una selección para ingresar en el libro de los Encuentros Literarios de AMULL-2021, se descubría la capacidad, quizá innata, que Angie tiene para adentrarse en el interior profundo y en los pensamientos de sus personajes. No sé si podrá hacerlo con igual poder y certeza en las personas, pero es un magnífico don o capacidad que a una escritora le abre el camino para abordar cualquier tipo de narrativa, y en este caso que del libro que presentamos en el Círculo de Amistad XII de Enero, su novela Piedra y océano, se hace absolutamente necesaria. Don o capacidad presentes en esta novela, el don de hurgar en la mente de los personajes tanto para descubrir la fuente de sus lágrimas ocultas, es decir su dolor, como para desvelar misterios; y el don de sugerirnos a los lectores continuo interés, ganas de saber más y de no poder soltar el libro de las manos hasta que lleguemos al punto y final; como es el caso de su novela.
Mucho de misterio y bastante de indagación y sorpresa tiene este libro; por supuesto de suspense. Porque se ejerce en una astucia aparentemente pasiva la voz narradora, por otro lado presente en todo momento, pero que te va llevando frase a frase a través de setenta páginas por unos vericuetos vivenciales que envuelven a los personajes, apresándolos y no dejándolos libres hasta que termina la historia. Como no puedo hacer espóiler, ni quiero, es decir desvelar o destripar la trama o el contenido de la historia, no he de decir mucho de la temática y espero que cuando lean el libro descubran, como yo hice, a una narradora dúctil y de mano firme que sabe de manera activa llevar a sus personajes por una senda proyectada desde el principio. Angie conoce bien el mundo de las emociones humanas y los sentimientos.
Y los aplica a su protagonista principal, Ágora (y a su alter ego, Alora, quinientos años después). Solo diré algo de la tragedia íntima de la primera, la poseedora de la piedra granate: Todos sabemos que a veces nuestros peores enemigos son los pensamientos repetitivos, estos atraen a los sentimientos, y ellos hacen renacer el caudal de las viejas emociones. La medicina oriental insiste en el carácter potente que nuestras emociones tienen sobre nuestros cuerpos y sus posibles consecuencias si no aprendemos a desprendernos de ellos. Pues cada órgano de nuestro cuerpo, ¡hasta nuestros dientes!, están en relación con una o varias emociones. Mucha ira o excitación, afectan al hígado y la vesícula biliar, demasiado ánimo al corazón, mucha preocupación al bazopáncreas, demasiada tristeza a los pulmones, y el miedo o temor a los riñones… Por lo que conocer las emociones nos ayudará a liberarlas y liberarnos de sus consecuencias, transmutándolas, porque todo lo oculto es energía estancada.
A la joven del retrato del siglo XVI le pasaba que sufría lo que algún galeno irlandés o inglés de la época habría dicho quizá, que sufría de spleen (de los malos humores del bazo). Hay un texto magnífico, El Libro del desasosiego, escrito por Fernando Pessoa bajo el heterónimo de Bernardo Soares, y en el desasosiego, ansiedad, tristeza o melancolía cayó la linda Ágora lejos de la tierra y el mar que la vieron nacer. Es ese spleen o desasosiego, que los franceses luego llamaron melancolía, por su parte Beaudelaire insistía en ello, y que hoy llamamos a ese doloroso estado, depresión. En realidad, la melancolía y la tristeza están vinculadas al pulmón y este al corazón. La medicina china dice al respecto que la tristeza implica sensación de derrota, pesimismo, depresión, falta de entusiasmo, apatía e indiferencia, sentimientos que afloran ante una pérdida o sufrimiento. Estas sensaciones son normales ante hechos trágicos, pero cuando duran por tiempo muy prolongado o son demasiado intensas se convierten en causa de enfermedad, generando procesos de aislamiento y de introversión, además de los síntomas físicos. También la melancolía, es una emoción asociada al pulmón, en que la persona se siente atada a un pasado, que considera mucho mejor que el presente y el cual no volverá. De ese pasado irrecuperable le venía el spleen, desasosiego, melancolía, tristeza o depresión a la primera protagonista de Piedra y océano, Ágora.
Al enfadarnos, el rostro contrae 43 músculos, al sonreír, 17. Sabemos que sonreír produce endorfinas, la hormona de la felicidad. ¿Pero por qué la joven del cuadro, que le obsesionaba a Alora en el dos mil veintiuno tanto, sentiría esos síntomas tan hondamente que la llevaron a un final fatal? Por supuesto que no seguiré diciendo mucho más del magnífico relato que contiene la novela de Angie Hernández Cruz, pero me permitiré hacer referencia a un hecho que queda bien reflejado en un poema que habla del cómico del XVIII, David Garrick, de quien se decía que nadie podía dejar de reírse cuando él actuaba, hasta el punto que los teatros ingleses de comedias de la época se llenaban de pacientes que, aún teniéndolo todo, se sentían infelices por lo que los actores se convertía en terapeutas. El poeta mexicano Juan de Dios Peza, de finales del XIX y principios del XX, escribió un poema titulado Reír llorando, del que diré unas estrofas:
Víctima del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso
llegóse un hombre de mirar sombrío:
Sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importa mi nombre ni mi suerte.
En un eterno spleen, muriendo vivo,
y es mi única ilusión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis.
-¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad.
-¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer.
-¡Si soy amado!
-Un título adquirid.
-¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá?
-Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis?
-¡Tantas escucho...!
-¿Qué tenéis de familia?
-Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios?
-Mucho... mucho...
-De vuestra vida actual, ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos
yo les llamo a los vivos, mis verdugos.
-Me deja -agrega el médico- perplejo vuestro mal,
y no debo acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo:
Sólo viendo a Garrik podréis curaros.
-¿A Garrik?
-Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa,
¡tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír?
-¡Ah sí, os lo juro!;
él sí, nada más él,
mas... ¿Qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, ya no me curo:
¡Yo soy Garrik!... ¡Cambiadme la receta!
Quizá, si a Ágora en vez de desearla la hubieran hecho reír a carcajadas, quizá, ¡digo!, se hubiera curado de la melancolía. O si hubiera vivido años después en la región o distrito de los lagos, y trabado relación con los románticos, por ejemplo el poeta lakista Mr. Wordsworth (en 1807), con él habría podido sentir el latido de la naturaleza y de la infinitud de la juventud o el placer de mantener los recuerdos infantiles impolutos en el corazón al conocer su poema romántico Oda a la inmortalidad, donde dice sus famosas conjunciones aunque; quizá así habría podido vivir una nueva oportunidad y salvarse de la melancolía, la saudade o soledad
Aunque el resplandor
que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no puedan ver
ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba.
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos,
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.
Pero las emociones de la ausencia del suelo patrio, la melancolía por el abandono de la familia y los malos tratos infringidos, la sensación inexplicable de estar en país extraño de lengua y cultura tan distintas, son intransferibles. Puede que en algunos aspectos como los emigrantes de hoy, aunque hay mucha diferencia en ser libre a ser vendida como un objeto, y experimentar el salto del neolítico al Renacimiento… Y no sigo contando nada más, ¡léanlo, porque es un magnífico libro esta novela, Piedra y océano de Ángeles Hernández Cruz, III Premio Amparo Walls Hernández, lleno de sugerencias y aciertos, que recomiendo vivamente!
1 Escribir en la madurescencia. ORÍGENES: Los libros de Amparo Walls Hernández. Escribir a los 94 años Vínculo a Amazon: https://amzn.eu/d/hYQRzgQ
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