Matale
Matale Arozena

Así es la historia de mi jardín. Del jardín que mi madre, desde que habité en su interior, me fue plantando y regando, en un rincón del alma y abonando con besos, abrazos, canciones y caricias. Al mismo tiempo, fuimos las dos recreando un bello jardín en el pequeño rincón de tierra seca al lado de nuestra casa.

Me decían en casa que mi yo tenía muy buena tierra y que la semilla que cayera en él germinaría con éxito. Así madre, mientras me daba todo su cariño, me fue haciendo amar todo tipo de plantas. Por ejemplo me explicaba la importancia de las plantas medicinales para la salud y el bienestar, al tiempo que me explicaba las actividades básicas para mantenerse sana.

Cuando madre creía que ya habían arraigado en mí todas sus enseñanzas que hacían que cuidara mi cuerpo y mi alma, me preparaba un trozo de tierra para que yo plantara las hierbas medicinales que más me gustaran; cerca de ellas planté un magnolio pues decía que era símbolo de salud. Se hizo un árbol precioso.

Fuimos plantando y sembrando sentimientos de los que germinaron preciosas flores, como el clavel que surgió en mi jardín después de un primer beso apasionado. Una esquina del mismo fue adornada con unas preciosas violetas cuando la nostalgia me abrazó con sus tristes y lánguidos brazos.

Otras veces madre me hablaba del amor; si, de los diferentes tipos de amores que al fin y al cabo son distintos extremos de una misma madeja. Plantábamos entonces un parterre de rosas amarillas y cada vez que hacía una nueva amistad sembraba un nuevo rosal de ese color.

Cuando llegó el amor de juventud, fue él quien me regaló un rosal de rosas rojas como símbolo de su pasión por mí. También me regaló clavellinas  rojas que hicieron que mi pasión por él fuera más grande cada vez.

Asimismo, pasado el tiempo, ya siendo una experta en la jardinería, gracias al jardín que  crecía a un tiempo dentro y fuera de mí, dejé un pequeño rincón para los pensamientos, esas pequeñas flores que hacen olvidar los malos recuerdos. 

Así este jardín fue creciendo conmigo, sentimientos y flores formaron parte de  un jardín único, imposible de separar. Para mí se convirtió en un jardín infinito, ya que infinito es mi interior y siempre, por tanto, tendré flores que mostrar.


Esta historia surge como resultado de escuchar e interiorizar la canción “La jardinera”, preciosa tonada escrita  por Violeta Parra en 1954 y que salió a la luz bajo el sello Odeón en un sencillo, junto con otra canción “Lo imposible”, ambas cantadas por ella y su hija Isabel Parra. Volvió a aparecer en una segunda grabación en 1961, siendo uno de los temas más queridos y recordados de la autora.

Violeta Parra, folklorista, cantante y artista visual, es un de las voces más reconocidas y queridas de Latinoamérica.

Podéis encontrar en YouTube este tema interpretado por ella, pero recomiendo que escuchéis esta bella tonada interpretada por nuestra querida Fabiola Socas y Ayatimas Brito, joven cantante  con una preciosa voz que encanta por su dulzura. Seguro que os encantará

Añadir nuevo comentario