Hércules, Sansón, Juana de Arco, Jerónimo, Tarzán, Superman, Vampirella, héroes y heroínas reales o de ficción, siempre hemos necesitado de ellos incluso en su derrota como representantes para enaltecer a los distintos pueblos, culturas o etnias. Esta figura sociológica se mantiene y renueva incluyendo en tiempos modernos a artistas, deportistas o nuevas figuras con las que la gente se identifica. Sin embargo, hoy queremos homenajear al héroe clásico, al coloso noble que por ello a veces es incluso anónimo. Si unimos a esto el caso de un pueblo tocado en su identidad y autoestima como el canario, el cóctel de invisibilidad para sus colosos está servido.
Empezando por preguntas sencillas, ¿conoce usted a Parri II? Este luchador, tal vez el mejor de su generación, hacía vibrar los terreros de lucha en los años 70 y 80. Su poderío iba de la mano con su nobleza y humildad, algo, por otra parte, corriente en un deporte ancestral pero asombroso en un combate cuerpo a cuerpo. Llegó a ser considerado un superhombre en Corea cuando tumbó al campeón coreano en un país donde millones de habitantes viven apasionadamente la lucha, siendo el deporte nacional. Esta hazaña la repitieron varios luchadores de la delegación canaria pero nadie lo sabe, el ninguneo es algo a lo que estamos acostumbrados por estas tierras. El “Faro de Maspalomas" demostraba hace años su fortaleza levantando un enorme arado en un alarde de fuerza, destreza y equilibrio. Mi padre me contaba que en San Sebastián de La Gomera había un hombre que llamaban “El Palomo” y tan fuerte que una vez apostaron que arrastraba una pesada carga más rápido que un mulo y ganaron la apuesta. Ya es más difícil que alguien conozca las “piedras de los valientes”. Situadas en las medianías, las había en varios lugares de Tenerife, siendo la más famosa la de Arico. Era práctica habitual que cuando los magos (los hijos de Magec, los hijos del Sol) subían a la cumbre con las cabras, pararan a medio camino y se desafiaran a levantar unas piedras. Estas variaban entre los cien y los casi trescientos kilos, eran de forma irregular, sin asas y algunos de los “valientes” las lograban levantar. Héroes sin nombre, colosos como Sansón pero ignorados en su nobleza desde que la memoria de los últimos nombres como Doramas, Adargoma, Tanausú, Guacimara o Tinguaro languidece siglo a siglo.
Si desaparecen los colosos, el alma de los pueblos desaparece con ellos, ¡recordemos a nuestros colosos!
Añadir nuevo comentario