Mª del Valle
María del Valle García del Castillo y Bello

Campo y más campos de olivos verdes, verdes olivares. Siempre el Guadalquivir,
algunas veces, el Genil, otras, el Guadiato. Iglesias fernandinas, fusión de sus
campanarios. Respiré sus aires a naranjos, recorrí su ribera, crucé el puente Romano,
subí a su torre árabe. Paseé por sus calles, compré en la judería. Saboreé su salmorejo,
conversé con sus viejos visitando sus patios con geranios y giraldillas: tan frescos, tan
de colores, tan de flores.

Lavé mis manos y pies en la fresca agua de la plaza de los naranjos mientras el
minarete llamaba a la luz. Entré en la mezquita, hoy, iglesia cristiana, grandiosidad de
culturas y fusión de vida. Recobré cordura al entender que vida solo hay una. Y que
hoy, en este lado del planeta, el universo te posibilita elegir tu cultura.

El Alcázar era otra historia viva, era visigoda, era romana, era judía, era cristiana. Todo
en una , como las otras, todo en Córdoba, tiene la fusión de estas culturas. Y volvían los
patios de naranjos, el agua por acequias, tarjeas y fuentes.

Y las encontré a ellas, en la pared de unos de los patios. La reina Isabel la Católica y la
última reina de Canarias.

Y dijo el poeta, Abd Allah ibn Ziri: “Nada hay duradero en el mundo. Este principio es
el que rige nuestra existencia terrena y a él se ajustan dinastías y creencias”.

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