El encuentro de la tertulia del mes de abril no se celebró por motivos ajenos a nosotros. Pero muchos compañeros habían realizado el reto propuesto: UNA COLUMNA. Y aquí les dejamos el resultado de su trabajo.

Muchas gracias a todos por seguir manteniendo el interés por nuestros retos, nos veamos para compartirlos de viva voz o no.


AUTOR: José Luis Regojo

TÍTULO: La columna de la sencillez

En el principio, todo era un silencio sencillo y ensordecedor, hasta que llegaron los grillos quienes, con simpleza, lo enmudecieron y llenaron de vida.

En eso estaba yo, dándole vueltas, cuando apareció ella: la columna. Una pieza absolutamente necesaria en cualquier edificación: firme, discreta y esencial. No solo sostiene el mundo sin alardes, como deben hacerlo las cosas verdaderamente importantes, sino que, al mirarme, fui consciente de mi propia columna, la que me mantiene vivo y erguido.

La sencillez es así: cálida y transparente, mientras que la complejidad tiende a ser desconfiada, oscura y nos mira con recelo.

En ocasiones, la gente confunde lo sencillo con lo ingenuo, incluso con lo ignorante o estúpido, sin entender que una columna no es menos por ser recta y discreta, sino más por ser necesaria.

En este mundo nuestro, que alguna vez fue sencillo, humilde e inocente, se nos impone una complejidad artificial y globalizada: un estercolero de poderes políticos, económicos y religiosos que permiten la muerte por hambre de numerosos niños y niñas en guerras cínicamente llamadas defensivas.

Quizás la verdadera sabiduría consista en volver a lo esencial. En aprender de la columna: sostener sin pretensiones, existir sin necesidad de demostrar.


AUTOR: Lange Aguiar

TÍTULO: Columna vertebral

En un pequeño pueblo al sur de Italia, cuya  belleza traspasaba sus fronteras, existía una antigua columna de piedra de color rojizo  en la plaza central del pueblo. Esta vieja columna había sido testigo silencioso de innumerables historias y, con el paso de los  siglos, comenzó a adquirir conciencia.Cada día, cuando el sol se alzaba y la brisa acariciaba su superficie, sentía cómo la vida a su alrededor giraba y vibraba con energía. Se sentía, la mayoría del tiempo, algo frustrada por no poder expresar sus emociones e historias.

Pero un día, mientras contemplaba a los habitantes del pueblo, la columna sintió un impulso inusual. Desde lo más profundo de su ser, comenzó a reflexionar sobre lo que significaba existir. Se dio cuenta de que, aunque era un objeto inanimado, había sido parte de momentos significativos: risas, lágrimas, celebraciones y despedidas, fiestas, alegrías, besos…

Llevaba tiempo con muchas ansias de sentir a alguien y por fin decidió comunicarse con una joven artista llamada Clara, que pasaba horas dibujando en su cuaderno, sentada a su lado. Su energía animó a la columna a entablar una conversación con aquella niña tan especial. Al principio, Clara pensó que estaba imaginando cosas, que su cerebro le estaba jugando una mala pasada. Pero, en aquellos momentos de fuerte conexión, la columna comenzó a transmitirle pensamientos y reflexiones. "¿Qué es el arte, sino la forma en que expresamos nuestra esencia?", le susurraba. "La creatividad es el hilo que nos une a todos, como los ladrillos que me sostienen".

Intrigada, Clara empezó a hablarle. Compartía sus sueños, sus inseguridades y sus anhelos. La columna, a su vez, le hablaba de la importancia de dejar fluir la imaginación y el poder del cambio. "Cada trazo que haces es un paso hacia la libertad, -decía la columna- no temas experimentar, porque cada error es una oportunidad para crecer".

Con el tiempo, Clara se dio cuenta de que la columna no solo era un objeto, sino un símbolo de conexión y transformación. Juntas, se convirtieron en un faro de creatividad en el pueblo, inspirando a otros a explorar su propio potencial. Las personas comenzaron a reunirse alrededor de la columna, compartiendo historias y sueños, creando una comunidad vibrante.

Así, la columna de piedra se transformó en un ser viviente a través de las reflexiones y pensamientos que compartía con Clara y los demás. Se convirtió en un símbolo de la importancia de la creatividad y la conexión humana, recordando a todos que, aunque podamos parecer inanimados a veces, cada uno de nosotros tiene el poder de inspirar y ser parte de algo más grande.

Aquella columna de vida se llama COLUMNA VERTEBRAL de los habitantes de un pueblo mágico que Clara reflejó, pintó, describió y expresó tan bellamente en el cuento de su vida, antes de morir abrazada a las piedras rojas de la pieza central de una fuente vieja que sobresalía en el centro de  una plaza abandonada de un pueblo histórico al sur de Italia.


Autor: Jesús Abreu Luis

TÍTULO: Mi utopía

Este no es mi mundo,

en este me siento desterrado,

en este, nuevo de viejo, se vuelve

a equivocar la paloma

creyendo el cielo mar,

creyendo que el olvido mitifica

el hedor a gris oscuro

a habitación cerrada, a oscuridad

profunda entre puertas airosas

de miradas a un sol de quimeras,

de propagandas grandiosas

de mentiras contrachapadas,

envueltas en la comodidad en un “es así

no hay más”, apagando voluntades

con hogueras de rebaños.

Y en un ilusorio imaginario

citando la libertad en un ególatra

“hago lo que quiero”, llamando dictadura

a los límites del bien común del otro,

cambiando el mármol de las columnas

de la empatía en arenisca de desiertos subterráneos

a los que la corrupción carmesí disuelve

obligando a renovar en un intento

frenético de mantener un techo falso.

Y en este que no es mi mundo

mi techo se mantiene lejos de esos techos

ingrávidos, mis columnas siguen,

algunas veces a mi pesar, pero

siempre a mi complacencia

obligándome a pensar, a dudar

alejándome de la comodidad

de lo impuesto como dogma,

de lo cómodo.

Mis columnas         

mis utopías.

Jabreu2025


AUTORA: Kandela Correa

TÏTULO: Mi base

Mi base está constituida por sólidas raíces que me mantienen arraigada al subsuelo, incluso noto los movimientos sísmicos imperceptibles para los humanos.

Soy una base sólida de acero reforzado, soporto cargas elevadas y ofrezco resistencia al fuego.

Estoy situada en la última esquina del piso menos cuarto de un mega centro comercial lleno de risas, color, música y gente que aparentemente son felices.

Desde mi oscuro rincón sólo percibo la presencia de insectos y roedores. Ellos me recorren o rodean, mi forma redondeada hace que carezca de esquinas y recovecos, por lo tanto, no sirvo de cobijo para que la vida nazca en mí. Soy el lugar ideal para que parejas den rienda suelta a sus deseos y pasiones, incluso depositando sus fluidos, manos o espaldas en mi superficie.

En mi esquina pasa de todo: palizas por ajuste de cuentas, trapicheo de sustancias e incluso alguna agresión sexual. Hay veces soy la única que vela algún cuerpo que dejan allí moribundo, pero mis gritos y lágrimas no tienen valor.

Lo más desagradable es cuando me rocían con "gracia " de excrementos e incluso la de sus mascotas, acepto sin emitir ni una queja. ¿No merezco: una bufanda de ganchillo, una tira de luces de colores, un lazo de Navidad? Ni la pintada de un corazón, nada y lloro un poco por dentro.

Cuando por una mala maniobra me golpea un vehículo, todos dicen: “Maldita columna que estás en mal sitio”.  Deseo poder tener patas o ruedas para visitar a mis iguales, subir a sentir el calor del sol y ver a la luna llena rodeada de nubes de tul. Pero, soy una columna base y vértebra de una mole que, en el silencio de la noche, hace que me sienta sola, muy sola.                 


AUTORA: Pilar Martín Rodríguez

TÍTULO: Nadie sabe

Todos la creen columna, firme, elegante, hierática, majestuosa.

Todos la buscan, ahí está, nunca se queja.

Todos la creen columna.

Ante el espejo ensaya una sonrisa cada amanecer.

Ella lo intenta.

Nadie sabe las lágrimas que ha tragado en el silencio aletargado de la noche.

Nadie sabe que detrás de las capas de hormigón y acero

oculta el miedo a sus miedos:

a la soledad más oscura

al desengaño,

al dolor infligido,

a los sueños yertos.

Todos la creen columna.

Nadie sabe que ella solo desea ser ella.

Quiere volar con los pies descalzos,

vivir, sentir,

no rendirse,

sumergirse en las estrellas.

crear un universo nuevo.


AUTOR: Joaquín Delgado Casamayor

TÍTULO: Qué es una columna

Cuando pensamos en una columna, en lo que significa, lejos de la manida costumbre de buscar la definición que nos brinda literalmente la enciclopedia Espasa o la RAE, se nos puede venir a la mente la imagen de aquellos majestuosos edificios de la antigüedad queriendo herir vertiginosamente el límite con el abismo del cielo: el Partenón, el templo de Artemisa, el gran Templo de Anahita,… el Mausoleo de Halicarnaso,…; los recónditos y místicos rincones de las grandes catedrales del renacimiento o la baja edad media; o los vacíos y descomunales espacios de las construcciones modernas, que parecen estar sostenidas por tres o cuatro columnas destinadas a contener eso mismo que define al edificio: el vacío.

Pero también nos podemos imaginar a Hercules con sus leones y por qué no, sus columnas, y a Sansón con Dalila y su melena, encadenado a dos columnas bien grandes.

Las columnas siempre han acompañado al ser humano desde que decidimos abandonar las cavernas y adentrarnos en el maravilloso mundo de la construcción y la albañilería. Allí donde había un edificio, emergían del suelo paredes maestras, pilares y columnas. Luego llegaron ciudades, reyes, sacerdotes y dioses, y la columna se convirtió en un elemento esencial de construcción y de dominación.

Pero más allá de definiciones y cuestiones banales como los materiales con los que se puede o no construir una columna, el número de caras y demás diferencias entre una columna y un pilar, sus diferentes partes, o que si la Columna de Trajano pueda o no considerarse como tal, una columna se define por su verticalidad y su robustez. O dicho de otro modo, por su capacidad de resistir fuerzas verticales.

Así es como se ha desarrollado en el imaginario colectivo: Las grandes columnas de los palacios del antiguo Egipto que han llegado hasta hoy día, las columnas del Templo de Israel…

Son el Atlante del mundo real. Mientras venga desde arriba, una columna puede soportarlo todo y se muestran indestructibles: Sostienen techo y suelos. Las vigas y forjados vienen a descargar en ellas, que a a su vez transmiten el peso a los cimientos, que no dejan de ser otra cosa más que columnas invertidas y enterradas lejos de las miradas curiosas.

El alma de cualquier edificio es una buena columna. Y si ésta cede, el edificio se viene abajo.

Pero, las columnas, más que un elemento arquitectónico, es un símbolo, una idea. Todo el mundo querría ser como una columna: Inamovible, recto, fuerte, quien puede con lo suyo y lo de los demás. La viva imagen de una persona exitosa y de confianza.

Y sin embargo, igual que un vaso se define funcionalmente más por la oquedad que brinda que por el vaso en sí, podemos plantear definir un objeto en negativo, es decir, por lo que no es más que por lo que es.

Démosle, pues, la vuelta a la tortilla. En este sentido podríamos definir a la columna como una debilidad horizontal. Y es aquí el porqué los arquitectos temen tanto a terremotos como a aviones.

Una columna resiste cualquier fuerza mientras ésta sea vertical pero no si es horizontal, entonces quiebra. Lo que viene a demostrar que hasta el más fuerte tiene sus propias debilidades y carencias, definidas en última instancia por su propia naturaleza, y por ende, por sus propias fortalezas.

Después de todo, no habrá un Supermán sin Kryptonita, ni un Sansón sin una Dalila ni un buen corte de pelo.


AUTORA: Miriam Suárez

TÍTULO: Si las paredes hablaran

Tras la muerte de tía Rosario, me dirigí a su casa. Yo la llamaba tía, pero en realidad era una tía de mi padre a quien yo había visto contadas las veces. Como no tenía hijos me encasquetaron el ir a limpiar y deshacerme de sus pertenencias.

Una vez allí, observé todo detenidamente. Los muebles eran antiguos y casi todas las fotos estaban en blanco y negro, enmarcadas en portarretratos desgastados.

Si las paredes hablarán me dirían quién era ella, me dirían qué sintió con el primer amor, me contarían cómo se peinaba nerviosa antes de ir al médico para comprobar cómo iba evolucionando su embarazo.

Luego, si las paredes estuvieran vivas, sonreirían al sentirse perfumadas con el olor a bebé que recorre la casa, en los años que para ellas pasarían en un abrir y cerrar de ojos, vería cómo ese amado bebé se transforma en un rebelde adolescente que las agujerea con chinchetas para colgar los pósteres de sus grupos favoritos.

En otro pestañeo el chico se ha hecho adulto y la señora tiene tiempo para estar con su esposo. Hasta que las arrugas se apoderan de sus cuerpos, y ella se viste de negro para decirle adiós.

Si pudiera le preguntaría a las paredes cuántas noches pasó en vela o cuántas veces tuvo dulces sueños, en lo que hoy es mi cuarto.

Nunca llegue a conocer a la abuela Rosario y papá nunca habla de ella. Por eso le pediría a las paredes y columnas que me contaran anécdotas de los años vividos entre los muros de la casa, para poder saber con certeza quién era ella.


AUTORA: Matale Arozena

TÍTULO: Ella y yo

Siempre estuvo allí, en medio de la semioscuridad, con su traje blanco y su raya roja en mitad de su cuerpo. Y allí seguía, alta, minimalista, un poco orgullosa y provocadora.

Desde que nos conocimos, ella y yo, nos miramos con cierto recelo y no cambiamos la actitud, pero estuvimos durante un tiempo respetándonos y guardando las distancias.

Hasta que un día en que entré al garaje a dejar descansando a mi transporte favorito, un pequeño Smart que no asustaba ni a una mosca, al ir a colocarlo en su lugar habitual… ¡Zaaassss¡ apareció ella y mi compañero de viajes, mi Smart, quedó abollado en todo el flanco derecho.

Me quedé pasmada y sin saber qué hacer. Cuando reaccioné, salí del coche hecha una furia y mirando el desaguisado, le dije a la agresora:

-¿De dónde sales, si puede saberse? ¡Porque desde luego, te has lanzado sobre nosotros sin contemplaciones! ¿Te hemos hecho algo en algún momento?

Cerré la puerta del auto y lo dejé allí solo, junto a la agresora, lamiéndose sus heridas y me fui hablando sola y despotricando contra aquella loca que parecía tan indefensa e inocente. O era una desquiciada, o una maleducada que no sabía dejar paso a una dama con prisas.

Al día siguiente, al ir al garaje, “aquella petulante agresora” seguía allí, junto a mi querido Smart magullado, como si tal cosa. Entré en el coche, arranqué y al salir de mi lugar…  ¡ZAASSS, Otro golpe! Salí como una loca posesa y gritándole le digo: ¿Otra vez me provocas?¡¡Mira mi pobre coche!!  ¡¡Sí, si,  te vi moverte hacia la parte delantera!! ¿Qué te hemos hecho?

Y ella, orgullosa, ni se inmutó. Permaneció inmóvil y creería que desdeñosa, la muy puñetera. Menos mal que mi coche se defendió y le rayó la franja roja que adornaba su níveo vestido.

Marché a la oficina y casi me atrevería a decir que mi Smart me acompañaba quejumbroso. Desde luego nunca me había encontrado con una columna de parking con esa agresividad tan manifiesta.

Mientras estaba trabajando, mi mente se distrajo de los continuados percances ajenos a mi voluntad y generados por un desencuentro con “una criatura” de esa calaña; pero ¡ay! al salir  del trabajo y volver a la cruda realidad, tendría que enfrentarme al problema de nuevo.

De regreso a casa, me devanaba los sesos para ver cómo ponía fin a este tema y en eso escucho un ruido de bocinas y mirando a mi alrededor, me doy cuenta de que es fuera, en la calle, y no estoy en el coche… ¡Estoy en la cama y todo ha sido un sueño! ¡Uffffff qué alivio!

Mientras acabo de despertarme y colocar mis neuronas en su sitio, me viene al pensamiento que de todas las veces que mi coche ha rozado con una columna  ninguna ha sido culpa mía. De eso estoy segura.

Desde ahora me acerco a las columnas de los garajes con cierto temor, no sea que aparezca mi “apreciada” columna atrevida y pendenciera.

¿Será así... o no?


AUTORA: Marisol García

TÍTULO: La columna

Majestuosa, erguida, esbelta.

Nada más verla, me enamoró.

Sus contoneadas formas me sugieren lo prohibido.

Mis pensamientos vuelan a otros tiempos.

Moldeada, esculpida con tanto amor y

tanta paciencia, para conseguir un resultado perfecto.

Sus insinuantes curvaturas

me recuerdan la mirada intensa de sus ojos.

Una espiral profunda, mantenida,

que te deja sin aliento.

Te saca del recuerdo, que recordaste con nostalgia,

para seguir observándola,

indolente, altiva,

superior al resto de ellas,

que luchan por destacar.

Las veo y me dan lástima.

Creo que aún esperan ser admiradas por otros,

pero… la realidad es que ella es la mejor.

la que más dibujan, la que más admiran,

la que más destaca, la que más inspira,

la que rugue con más fiereza.

Hasta sus pequeños garabatos esculpidos en ella,

me dejan boquiabierta.

Su icónica silueta quita la respiración.

Admirada estoy de ella, la columna.


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