"La amistad es un alma con dos cuerpos"
Aristóteles
Comienzo este artículo con la sentencia de Aristóteles "La amistad es un alma con dos cuerpos" y no es por casualidad, mi amiga Fela Palenzuela así lo vivió. El mejor ejemplo de ello es la amistad que mantuvo a lo largo de toda su vida con la poeta Digna Palou. Ni las vicisitudes de la vida, las tragedias o la distancia pudieron con el cariño que estas dos mujeres de marcado carácter, personalidades especiales y de vidas intensas, mantuvieron hasta el mismo momento en que Fela cerraba los ojos a Digna en su lecho de muerte.
Se conocieron siendo dos jóvenes estudiantes de Bachillerato. Compartieron estudios, travesuras, secretos, sueños, confidencias y, desafortunadamente, más de un trágico acontecimiento.
Digna, siendo muy joven, se enamoró apasionadamente de Herray, también poeta, y (con la Iglesia hemos topado) tuvo la frontal oposición del tío del joven, Canónigo de la Diócesis de Tenerife. ¡Claro que siguieron amándose!, y viéndose siempre que podían, pero la fatalidad quiso que una extraña enfermedad atacara al joven Herray, de la que sobrevivió sólo unos días. Tuvo que ser hospitalizado y, durante ese tiempo, Digna tuvo prohibido entrar en la habitación del moribundo. Fela, fiel amiga de ambos, hizo de enlace y confidente de las últimas palabras que tuvieron el uno para la otra. Los separaba una triste pared y una perversa voluntad, ajena a ellos.
En una ocasión, aprovechando que dejaron a Fela solas con el enfermo, esta avisó a Digna para que entrara a verlo. Fue un momento dramático y lleno de triste emoción. Herray quiso casarse in artículo mortis, pero la férrea autoridad eclesiástica lo impidió. Él murió en paz y convencido, por las consoladoras palabras de Fela, de que dejaba a una joven viuda.
Y la vida sigue y la amistad también. Sin consuelo, pero resignada,
Digna se marchó a Madrid a trabajar como institutriz y, allí, la visitó mi querida amiga Fela, mi teacher, como yo la llamaba. Cuando Fela fue a pasar unos días a su casa, a petición de Digna, ya se había casado y era madre de dos niños. Digna estaba siempre muy triste y llena de nostalgia, al igual que su marido que sufría de depresiones.
La visita de Fela fue la respuesta al grito de socorro de Digna. A la muerte de su hijo pequeño, Jaime, quedó desolada y su esposo poco podía hacer para consolarla dado su estado.
En esa visita, Fela tuvo una horrible experiencia con su querida amiga, en su estado, un tanto demencial por los golpes de la vida, confundió a nuestra común amiga, con su pequeño fallecido, y la encerró en su casa, la tuvo secuestrada muchos días, incluso llegó a atarla por si acaso…
Fueron días de desesperación y lucha hasta que en un momento de descuido, Fela pudo escapar.
Fela siguió teniendo por ella un gran cariño y la ayudo en todo lo que pudo. Fela era una mujer buena, con un gran concepto de la amistad y el respeto por todo ser humano. Fela y Digna fueron dos grandes amigas que traspasó la distancia y el tiempo.
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