Espiritualidad y adicción
Por Ángeles Carretero Casar
La espiritualidad tiene un gran impacto en los adictos. Es importante definir algunos conceptos para llegar a una mejor comprensión.
Espiritualidad: esencia profunda que todos los humanos poseemos, es, por tanto, natural y universal. La espiritualidad nos conecta con nosotros mismos, introspección; con el otro, relación, fraternidad; con la naturaleza y el universo, todos estamos entrelazados. Estos puntos son la esencia misma del alma y de la vida; conociendo estas relaciones llegaremos a ser conscientes en un nivel más profundo de conciencia. Todos somos partes de esa esencia de conciencia universal. La espiritualidad refuerza nuestro control, nos equilibra, nos proporciona coherencia, confianza y un sentido en la vida, dándonos fuerzas para enfrentar las pruebas que todos tenemos que pasar.
La adicción es un laberinto donde se pierden los puntos de referencia y no salimos si no tenemos ayuda. La adicción proviene de diferentes campos: sociales, culturales, familiares y son múltiples y diversas —alcoholismo, drogas, mentiras, videojuegos, compras, apuestas, pantallas, control, poder…—, es decir, cualquier cosa que consuma nuestra energía, nuestro tiempo, nuestra voluntad, y nos lleve a consecuencias negativas. La adicción nos desequilibra el cerebro y nuestra existencia, y como no la controlamos nos lleva a la depresión y a la violencia, pagando un alto precio.
Es muy importante tener conciencia de nuestros actos para anticipar las consecuencias. Interpretemos los cambios para poderlos cambiar a su vez. Dar voz a nuestra conciencia para ser humanos y comportarnos como tales.
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Mis ojos por fin se vieron en el espejo y en ese instante un grito desgarrador salió de mi garganta al ser consciente del desastre que nos rodeaba. Teníamos engañados a todos, nuestra vida era una gran farsa.
Un amigo nos habló de un lugar donde hacían reuniones de adictos. Habíamos tocado fondo y era el momento de decir: ¡basta! Fuimos a esa reunión. Hoy hace doce años.
“Para posicionarse ante la adicción es necesario tener la aptitud adecuada para saber que somos capaces de luchar por lo que deseamos y tener la actitud de la acción justa como antídoto al miedo y a la debilidad”. Palabras que escuché en la primera reunión de alcohólicos anónimos, palabras para reflexionar cada día de nuestra vida.
En estos años hemos comprendido que no hay triunfos sin esfuerzos —luchas, lágrimas, victorias y algunas recaídas—. Con el tiempo logramos comprender que hay dos caminos en la vida: el de las excusas y el de los esfuerzos. Ese grupo heterogéneo y de fuerza singular nos permitió comprender que nuestro cerebro había sido pirateado por nuestras adicciones, cuyas consecuencias han sido terribles. Nuestra agresión y depresión dejaron profundas huellas.
Con el tiempo nuestro cuerpo biológico y psíquico empezó a sanar con mucha paciencia y sobre todo ayuda. Por esto hoy, doce años de lucha y esfuerzos, decidimos celebrar la vida organizando un fin de semana largo para estar con nuestros amigos y juntos dar gracias por esa relación de fraternidad y generosidad. Fuimos a un lago de gran belleza donde recibimos mensajes de sus aguas cristalinas entre los silencios llenos de dulzura, caricias y abrazos del aire. Momentos de encuentro con el Invisible.
Por la tarde hicimos una pequeña hoguera como símbolo de limpieza de nuestra antigua vida, echando al fuego el dolor, el miedo, la debilidad y luego recibiendo a través de la calidez de las llamas los antídotos de alegría, coraje y belleza, necesarios para el gran cambio.
Antes de que el fuego se consumiera, hablamos de nuestras historias. Mi compañero empezó recordando su primera lección: al principio de las reuniones no sentía nada sino un intenso dolor, quería seguir consumiendo, sin importarme las consecuencias. Aceptar que tenía un problema era impensable debido a mi negación hasta que comprendí que solo yo podía tomar la decisión de sanarme. Ahora sé, que, la adicción abre las puertas a los conflictos mentales y nos lleva a la depresión y a la agresión. Lágrimas cálidas de reconocimiento y agradecimiento.
Para mí, el recorrido fue similar al de mi compañero, pero lo más difícil fue comprender el significado de “lo correcto e incorrecto”. Para conocer lo correcto, que exige responsabilidad e integralidad, hay que vivir primero lo incorrecto. Por ejemplo, mi padrino me repetía: “sentir el conflicto para buscar la serenidad, y ese camino de enfrentamiento nos lleva al cambio que nos pone en contacto con nosotros mismos”. Hoy soy consciente de que, cuando actuamos correctamente, hay una fuerza extraordinaria que surge en nosotros y que construye nuestro presente. En cambio, lo incorrecto es una fuerza poderosa que nos empuja hacia la confusión, nos debilita y nos aleja de nuestro presente porque nos hace vivir constantemente en el pasado.
También, la esperanza fue mi motor vital. Comprendí lo que el mediador nos repetía: «es imprescindible tener un objetivo hacia dónde dirigirnos, si lo negamos, estamos perdidos y entramos en una tristeza interior profunda por la pérdida de nuestros puntos de referencia». Cuando encontré mi objetivo a corto plazo, mi humor cambió, era más alegre porque empecé a crear acción y me alejé de la reacción. Esta es la fuente de la esperanza, mis decisiones que son solo mías. Comprendí que la acción de crear algo bueno nos lleva a respetar las relaciones —conmigo misma, con los demás y con la naturaleza— base de la espiritualidad. Así fui construyendo mi nueva vida, paso a paso.
Todos nos quedamos en silencio con nuestra reflexión, nuestras caras serenas se reflejaron en el lago donde nada las perturbaba porque tenemos una nueva visión del mundo. El silencio nos trajo diálogo con nuestro ser profundo, la belleza del atardecer nos llenó de admiración, la serenidad del lugar nos envolvió y en un acto reflejo nos cogimos las manos para dar gracias al Invisible por su fuerza, sabiduría, amor inclinando la cabeza en señal de recogimiento y respeto a su grandeza y sabiduría. Este rito tiene un profundo impacto en nosotros: proteger la dignidad, que es el tesoro más preciado que todos poseemos.
Así, la espiritualidad sana los cuerpos, el alma y el espíritu cuando establecemos las relaciones con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza y el cosmos. Nuestras decisiones son importantes para cambiar nuestra vida.
El milagro de la generosidad y la fraternidad son el motor del cambio del mundo.
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