Es feo sentirte al final de tu vida como un libro de préstamo, hojas amarillentas, violentadas por el paso del tiempo, entre tantas manos y con unas letras impresas, sordas, cansadas, quieren intercambiarse para dar otro mensaje.
Esta es toda la sabiduría de la vida en un libro, ¿ustedes que creen?, es puro formulismo por seguir la corriente entre llamada intelectual.
Cuando leemos, retenemos el que, porque todo está pautado aprender a leer como monosílabos, letras sueltas, poner a trabajar al alfabeto cuando él está durmiendo.
Tienen los libros tantos apellidos, texto, novela, relatos cortos, poesía... cualquiera le sirve porque el nombre de pila es suficiente.
También se multiplican, enciclopedias, por cursos, trilogías... y terminan en el séptimo arte, pero siempre el libro era mejor, el porqué si se sabe, pero no se dice.
Y terminan como un regalo navideño de poca imaginación o en una estantería para tapar 80 centímetros, en un salón donde nadie se les acerca a ver lo que hay dentro, solo dan idea falsa de que hay cultura centimétrica.
Pero no todo está en los libros, dedicatorias, ajuste de cuentas, fórmulas, enseñanzas, está en lo que llamo renglones retorcidos.
Buscar el más allá de un mensaje por escrito, la intención es lo que vale, quien le da órdenes a las letras para que se adjunten, es caprichoso consigo mismo, ¿no creen?
También se les araña marcando lo que creemos importante, en ese momento en petit subrayar, mañana cuando volvamos nos arrepentiremos o cambiaremos de idea.
Es el Quijote, el mejor libro y obra española, como historia de España para escépticos, había que elegir uno o ir cambiando por milenios, gustos, edades, porque no siempre necesitamos el mismo mensaje.
Un abrazo entre dos páginas, con un marcador entrometido que quiere recordarnos por donde vamos y nos lo regalan como si fuese una llamada obligatoria a la lectura.
Desde jeroglíficos, bíblicos, matemáticos, medicina... su mensaje quiere estar entre los hombres, para ayudarles en lo que no sabe aprovechar siempre, los conocimientos.
Y la sabiduría que no se recoge nunca, o la lectura vaga de internet y la desaparición de la prensa escrita tiene fecha.
O la decepción del mensaje publicitario, con lo que lees después dentro, cuantos premiados han quedado en el anonimato para siempre, son los libros hoy en día inventados para el negocio, si lo creo.
Como se trata de un libro podríamos seguir escribiendo...
He dejado, con todos mis respetos personales, los de cuentos para el pre final, tal vez porque podrían usarse para dejarnos dormidos (100 cuentos para dormir) o que la imaginación tiene una edad comprometida.
Y ahí está el libro de los secretos tan reutilizado, como la estantería sin baldas en la que necesitamos colgar la solución a todos los prejuicios humanos.
Díganme un libro... que no olvidaríamos jamás. Cuestión de diferencias porque gracias, no sé a quién, no somos iguales, porque somos consecuencia de nuestra propia evolución.
Y los de autoayuda, ya saben, hablemos más con quienes comparten nuestra rutina diaria.
Un Día del Libro es cualquier día... perdonen mi atrevimiento, tienen ustedes diario o realmente todos escribimos en silencio durante nuestra vida y el que nos quiere, lee entre líneas.
"Siempre en la intención está lo que vale uno... y la primera valoración empieza individualmente sin dejar que se olvide nuestro cerebro, tiempo y mundo que hemos vivido con tropiezos llamados amigos que están en los capítulos de nuestra vida".
Y nuestras páginas son nuestros renglones vividos, a veces torcidos de "nadie más".
El título cada uno lo decide.
Roclesumen FM64
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