Cuando mi mirada repara en ella por primera vez, está sola, pegada a la barra del bar y dando mordiscos voraces a un bocata. De jamón, intuyo. Come de manera compulsiva en modo intento vano de llenar el vacío de su vida y bebe a sorbos tragos de soledad y aburrimiento que se mezclan con los sueños que dejó por el camino, aunque la cañita circundada de rayas pintadas, transporta hasta su garganta un consolador y refrescante líquido.