Por el marco de la ventana, a mediodía, desfilaba una hilera de caracoles que, plegando y desplegando sus antenas oculares, reconocían la tersura que adquiría la piedra. Y él, meticuloso, grabó los polos y trazó los trópicos. Perfeccionista, pulía la superficie para que aquel territorio fuese una meseta y que aquel otro, iluminado por el sol de la ventana, pareciera un bosque tropical