por_las_calles_de_la_via_felicidad_batista
Maria-Teresa-de-Vega
María Teresa de Vega

 

 

 

 

Entre acordes de mar, de río ancho, se deslizan las palabras viajeras de nuestra escritora. En ocasiones, los paseos junto a Mar del Plata le infunden esos relatos que avanzan junto con el eco –principalmente -de los bandoneones y el esplendor que su mirada les adjudica. No falta nada: en el atril, el viento, el adiós al silencio, el arrullo de las orillas pisadas sin romper su perfil, mientras intenta despertar su alma que aparenta ser insondable.

¿Es sed de más lo que nos produce la lectura de sus relatos? ¿De su transcurrir sin que nada detenga esta acumulación de exquisitos momentos?

A los que conocen (o no los conocen) estos lugares –de ambos mundos que describe la escritora- poco importa, el mundo tras su paso se amplía gracias a su memoria cultural, del nuevo lustre que adquiere esa evocación: se alza un mundo que parece diseñado por una artista, lleno de color, que siempre queda bien, como a la cantante que se prueba sombreros en la sombrerería y que es nada menos que Janis Joplin. Entenderán a tenor de lo dicho (para nuestro placer se repite con otros casos famosos), que sus relatos rebosan cosmopolitismo.

En ese su universo, marcha hacia las grandes obras de la literatura. Y lejos, muy lejos está su expresión, de la “escritura blanca”, del “grado cero de la escritura” de  Roland Barthes, todo lo contrario, alberga una gran riqueza verbal, un vocabulario rico que incluye palabras del habla argentina, incluso del llamado “lunfardo”, aquella jerga de los bajos fondos, hoy incorporada al hablar cotidiano, que tan simpática y pintoresca nos parece por “acá”.

En estos relatos, cada cosa tiene su momento de atención, no se trata de un sucinto transitar: es su marca. Sino que se le concede la gracia de exponerse para ser nuevamente descubierta. Lo inanimado gime, o grita. Enloquece. Y quien lee nota que su pecho palpita.

Las librerías ocupan un lugar muy importante, librerías para el deleite, librerías que cierran, librerías que son inencontrables, como la librería de El Faro. Rótulo que nos trae otros nombres y otros autores, porque todo en nuestra escritora es sugestión, incitación. Están estos lugares tan enjundiosos, por los que tememos los lectores empedernidos, en su horizonte creativo.

Todo en estos relatos es hallazgo. Personajes de esos libros o de canciones imperecederas, que vivieron en otro tiempo, y que ella resucita para forjar nuevas tramas. Mientras, una estrella de la constelación La  Cruz del Sur, parpadea. Tal vez anuncie su titilar que “florecerá la vida / no existirá el dolor”. Gracias, Felicidad.