Acercarse a la poesía desde deleite de su lectura no es lo mismo que abordarla desde la orilla prosaica. Pareciera que andar por la orilla y zambullirse en sus profundidades puede causar un ruido, una disonancia que la distorsione. No es mi intención que tal cosa suceda. Más bien, es separar algunas capas y permitir que la luz indague en sus pliegues. Escribió la poeta venezolana Yolanda Patin que «la poesía puede intuir lo que aún la prosa no sabe».
La poesía siempre es un misterio que nunca podrá ser revelado. Pero sí sentido desde la emoción y también desde la filosofía, pero sobre todo, desde el lenguaje de la palabra y del silencio. Desde el vocablo escrito y del que se lee sin que su tinta sea visible. Un verso llega, golpea, a veces, y otras se desliza por nuestra piel. Nadie podrá explicar el sentimiento, el dolor o alegría del poeta y tampoco de quien la lee, pero si podrá acercarse hasta casi tocar su esencia.
Conocí a Ana Robles en un micro abierto en Las tardes de Aguere de Acte Canarias. Pero fue semanas después, en el Círculo de Bellas Artes donde, a la espera de un recital poético, donde la vecindad de asientos nos permitió hablar y conocernos. Dos autoras que poco conocíamos de ese mundo literario canario que íbamos descubriendo en eventos y actividades. Pero sí, me quedó muy claro que la poesía de Ana Robles no era solo suya y de sus lectores. Se adivinaba en sus palabras y se constataba en sus poemas que su voz, también era la voz de otras mujeres. Sus límites creativos y sociales abarcaban más allá del perímetro rectangular de su libro.
Al abrir el poemario Voces de mujer las palabras vienen a nuestro encuentro, y de fondo, suena un coro con sus armonías y disonancias. La propia poeta anuncia, al comienzo, que la voz de todas habita en ella. Las interpela y así en el poema A ti, mujer escribe:
Que no rompan tus sueños
tu vida es solo tuya
exprime cada instante
¡no hay tiempo que perder!
El tiempo, lo que acontece en su tránsito, es una de los temas de la poeta. La fragilidad del instante, la fugacidad de la vida que se escapa como agua entre los dedos. Y en ese espacio que nos separa del final hay tanto por ser, amar, sentir. A pesar de las muertes que nos acontecen a lo largo de nuestros años, la poeta sabe que las esperanzas aguardan en las esquinas de sus versos.
Sus poemas no rehuyen la mirada de la tristeza que, como cirros grises, a veces nos envuelve. Por ello, Ana Robles, con la lumbre de las palabras ilumina esos restos de naufragios que quedan varados a las orillas de nuestras tormentas. Y los vence con la delicada piel de la ternura. En el ritmo y la fuerza constante, las voces se enhebran en sus poemas.
Las metáforas adquieren la textura de la lluvia, la belleza del mar en sus diversos estados de ánimo, el seseo de las olas, la caricia de la brisa, el latido de los árboles, la muselina de la niebla, el fulgor de las amapolas, la sangre de una alondra, el azul de las montañas, el arrebato del sol o la luna que se eleva en algunos de sus versos.
Para Ana Robles la poesía no es solo ahondar en las emociones y en los sentimientos, es un compromiso íntimo, personal y literario consigo misma y con los demás como creadora que respeta y valora el oficio de escribir. Especialmente con la el silencio. Ese silencio que está abarrotado de voces que nadie escucha. Marmullan en el olvido de la historia. Esas Voces de mujer que la habitan y que son muchas. Y, en ese empeño, la poeta desbroza el silencio, indaga en sus ocultos sonidos, lo habita con sus versos, lo hecha a volar, aunque las alas se hayan roto.
La poeta Silvia Plath escribió: «en este poema quien habla es una mujer que posee el grande y terrible don de renacer. El problema es que, para ello, tiene antes que morir. Es el Fénix, el espíritu de la libertad, lo que ustedes quieran. Es también, sencillamente, una mujer buena, normal, llena de recursos». Y nosotros añadimos, entusiasta y respetuosa con la poesía. Una gran lectora se nutre de las voces que la precedieron y las contemporáneas. Pues la poesía no es una inspiración espontánea, es el trabajo sigiloso. La poeta que esculpe, moldea la velocidad de la vida, la indómita naturaleza, la muerte que acecha, el granito de la soledad, hasta fundirlos en versos que el lector hará suyos.
Voces de mujer ha alcanzado la segunda edición. Ediciones Ibhuku, 2022. Colección Tigaiga de Acte Canarias.
*Texto leído en la presentación del libro el 8 de septiembre de 2022 en la Casa de la Cultura de Tacoronte.