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Fátima Martín Rodríguez
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Maca Martinón

 

 

 

 

“Yo creo que a Canarias hay que retratarla, hay que escribirla. Yo siento ganas de contarles a los demás, al resto del mundo, todo el bagaje interno que tenemos, que creo que es de una riqueza impresionante. Y en cierto modo me entristece no transmitirnos todo lo que sabemos unos de otros. Y creo que hay un silencio generacional ahora más que nunca, a pesar de tener más medios para informarnos”

La escritora tinerfeña Fátima Martín está rebosante de felicidad tras la publicación de su novela El ruido de las preguntas por la acogida de los lectores y porque siente un vínculo emocional muy fuerte con esta obra cuyo origen son las anécdotas que ella escuchó desde niña contar a sus abuelos y tíos abuelos.

Por Maca Martinon

En la cálida tarde chicharrera llega a nosotros el eco de las campanas de la iglesia de San Francisco. En la calle lejana y bulliciosa, —aquella de finales del siglo XIX y principios del XX—  se oyen las prensas de la imprenta, carros y cabalgaduras, pescadores de chicharros, verduleros, criadas, aguadoras, obreros, lavanderas. Vemos a la entusiasta Bibiana y oímos el ruido de sus tacones ingleses en las baldosas. La chistera de fieltro y los guantes de cordero del joven Arturo y el ruido de sus pensamientos. El rastro confuso y brutal de Adela.

Las  campanadas de San Francisco dan las seis. Puntual, llega a la cita esta discreta mujer de tez limpia, sin artificios -como es ella-, cabello castaño, de ojos limpios y despiertos. De negro y beige. Es Fátima Martín (Santa Cruz de Tenerife), la escritora que reunió las historias de su familia y montó una admirable y espléndida novela en la que recrea la vida de Santa Cruz y  la Cuba de la época. Con voz pausada y segura, Fátima contesta con pasión para darnos cuenta de un pasado con el que se siente muy vinculada. Qué importante son las palabras y qué significativos los silencios. Una vindicación del pasado para entender el presente, porque el pasado siempre vuelve a nosotros. Llega El ruido de las preguntas y que cada lector encuentre las respuestas.

 

¿Cuál es el origen de la novela El ruido de las preguntas? ¿Cómo surge la necesidad de escribirla?

Pues la verdad es que tiene su trayectoria, porque era mi primer proyecto de novela. O sea, siempre he tenido muy claro que quiero escribir novela. Es el género que siempre he tenido muy claro desde pequeña, como nos pasa a todos los que nos gusta escribir, pues desde pequeña siempre estás inventando relatos.
Pero es verdad que con la novela me muevo bien, me siento muy cómoda con toda esa extensión y fue a raíz de la Escuela Literaria,  -porque hubo una época en mi vida que pasé por Bellas Artes, estuve con proyectos artísticos,- pero el tema de la escritura siempre ha estado ahí presente y quise obligarme a sacar el tiempo de la nada. Entonces la Escuela Literaria  me permitió enfocarme en la escritura y claro, ya vas madurando ideas para esos proyectos que  te plantea la Escuela Literaria y El ruido de las preguntas ya era un proyecto más o menos claro. Está basado en muchas anécdotas de mi familia. Me siento muy vinculada a esta novela porque había recopilado durante toda la vida un anecdotario a través de mis abuelos y tíos abuelos con los que tuve la oportunidad de hablar y rescaté el anecdotario de la familia, de varias generaciones incluso. Y ya tenía una idea,  por un hecho que protagoniza la novela, que es un poco el detonante de lo que ocurre. Tiene que ver un poco con la realidad, aunque yo lo ficciono mucho.
Y ese era el proyecto, lo que pasa es que mi primera novela publicada se cruzó en el camino. Y de pronto El ángulo de la bruma pues apareció, le dediqué  tres años y salió adelante. Entonces esta se quedó aparcada un poco, pero ya una vez terminado El ángulo de la bruma, estaba claro que la tuve que rescatar y organizar. Porque había tanto, tanta anécdota, tanta historia, que había que jerarquizar, ver, ordenar, estructurar, tanto personaje. Y de ahí nació el tema, ya fue cogiendo forma.

 

¿Qué te ha resultado más estimulante: la labor de investigación histórica o la tarea de escribir la novela?

Pues un poco las dos cosas porque la parte de documentación es maravillosa. Para mí es muy gratificante porque también cubre el otro aspecto de mi vida que es el periodismo. Entonces más que una documentación histórica tipo académica, de un historiador o de una historiadora, es un poco el proceso periodístico. Lo que pasa es que en vez de una noticia, recopilar los datos y armar el puzle de una noticia, lo haces con una historia, con hechos ya pasados.
Entonces es mucho más cómodo en el sentido de que tienes muchas fuentes a la mano y más ahora con internet se facilita muchísimo este asunto. Entonces, simplemente es contrastarlo. Lo que yo sí procuro, y esto es deformación profesional periodística, es que esté contrastada porque sí que quiero ver todos los puntos de vista que había en la época, no quedarme con el relato que conocemos todos,  sino ver minorías o desde otro punto de vista,  pues un emigrante, cómo lo vivió un militar, una mujer, un aristócrata o un niño. También me llamaba mucho la atención el punto de vista de los niños. Y claro, todo ese puzle me encanta vivirlo, casi tanto como escribirlo. Luego, el proceso de escritura es muy emocional. Bueno, todos los que escribimos pasamos por estas fases, que descargas toda la potencia del pensamiento que tienes y luego ya es reescribir, reescribir para ir puliendo esa masa bruta que sale. Y ya la vas a adornando con los datos históricos que te has encontrado. Pero es fascinante porque aprendo mucho, hay muchos aspectos que yo desconozco. Y el proceso de aprender para mí es algo muy importante, entonces me encanta, me ayuda a verlo distinto, a valorar muchísimo el pasado,  que ahora parece que sólo se valora el presente, el Carpe diem, un poco el futuro  por preverlo, y el pasado está muy denostado y creo que es un gran maestro en el que tenemos que ver, cada vez lo veo más necesario.

 

En ocasiones a las personas no nos gusta mirar al pasado. Pero parece que lo que les ocurrió a nuestros padres o a nuestros abuelos determina el presente. Y que, aunque ellos hayan tratado de ocultar lo feo del ayer, la verdad siempre sale a la luz y no podemos escapar de ella. ¿Lo crees así?

Pues es El ruido de las preguntas, lo acabas de definir plenamente. Efectivamente, creo que el cambio generacional, y no de una generación a otra, sino de varias incluso, por este proceso que te he contado de recopilar ese anecdotario de la familia, me doy cuenta de que no sólo son mis padres los que han influido en mí, bien directamente o indirectamente con esos silencios que has aludido tan importantes. De hecho, la dedicatoria, la frase que he puesto en el libro. (Fátima alude a la cita de Jean Paul Sartre que encabeza la novela: “Cada palabra tiene consecuencias, cada silencio también”), habla del silencio que es tan importante como lo que se dice. Lo que se omite va a dejar incluso más cicatrices que lo que se ha hablado. Y lo que he descubierto con este pequeño experimento de mi familia es que no sólo son nuestros padres, son abuelos, bisabuelos, incluso tatarabuelas. O sea, creo que se heredan determinados secretos y silencios. Y no sólo eso, cómo enfrentar la vida, es decir, a base de prueba error se van transmitiendo estas sabidurías vitales, y un poco por reacción y acción, a lo mejor nos rebelamos y ya dirigimos nuestros miedos hacia otro lado o nuestras acciones hacia otro lado. Efecto rebote, pero están condicionadas por lo que vivimos en el pasado y precisamente El ruido de las preguntas, lo has definido con la pregunta en sí misma, nunca mejor dicho. Pero creo que es un descubrimiento que a mí me reconcilia con ella. Porque claro, nadie nace con manual para ser padre, esposo, esposa, hijos. Y las circunstancias, este yo y mi circunstancia de Gasset, que siempre he mencionado, es vital. Es decir, yo en el siglo XIX ¿hubiera hecho las mismas cosas que estoy haciendo en el XX y en el XXI? No lo sé, son circunstancias tan diferentes. Yo, en una guerra en Ucrania, ¿mataría o no mataría? No lo sé, estaría tan condicionada a unos extremos tan grandes que no sabría cómo reaccionar.

La novela El ruido de las preguntas contribuye a la recuperación histórica de Canarias y nuestra relación con Cuba. ¿Existe un auge de la novela histórica en las Islas? ¿Obedece a la necesidad de contarnos nuestra propia historia?

Yo creo que sí, o yo por lo menos lo estoy viviendo así y cada vez más. No sé si al dedicarme mucho a la novela histórica, estoy encontrando personas que al dedicarse también a este tipo de escritura, estamos sintonizando. Pero yo creo que hasta las personas que se están dedicando a la contemporánea vienen de reaccionar de una idiosincrasia que tenemos en las Islas. Evidentemente, cada territorio tiene sus peculiaridades. Y Canarias, creo que es muy singular. Me imagino que a las personas que nos gusta viajar descubrimos las singularidades de los demás, pero también nos damos cuenta de las nuestras. Yo creo que a Canarias hay que retratarla, hay que escribirla. Hay que memorizarla porque puede que nosotros la conozcamos, pero yo siento unas ganas de contarles a los demás, al resto del mundo, todo el bagaje interno que tenemos, que creo que es de una riqueza impresionante. Hemos sido testigos de mil historias.

A veces hablando de El ángulo de la bruma, lo comento. Una de las cosas que más satisfacción me dio  fue contar un periodo histórico del siglo XVIII que eran 25 años de las Islas, que pasó todo en esos 25 años, desde las erupciones de Lanzarote, la erupción de Garachico, la medida del Teide. Pasaron tantas cosas en 25 años que me di cuenta de lo fragmentada que tenía la visión de la historia de Canarias. Los hechos eran aislados completamente, pues la erupción de Garachico iba por un lado, pero no lo tenía contextualizado. Y El ángulo de la bruma me permitía hacer como una panorámica, abrir el foco de la cámara. Y situaba al mundo a la vez que la Ilustración en París, a la vez de lo que pasaba en Madrid, de lo que pasaba en América en ese momento, y de pronto, estos hechos canarios tienen otra significación. Y, yo creo que nos falta enfocar muchos fragmentos de la historia de Canarias en todos los sentidos.

 

Ahondando en esto, ¿les interesa a los canarios su propia historia o quizás conocemos más acerca de otros lugares por las películas y las series?

Totalmente. Sobre todo la influencia de lo audiovisual. Porque una cosa muy interesante que hablamos en la Escuela Literaria, y en debates que tengo con otros escritores, es ¿qué singulariza a los escritores de finales del siglo XX y principios del XXI? Y yo me quedo con un interesante comentario de Víctor Conde, acerca de lo  visual que somos, porque estamos en una época tan audiovisual, tan grabada, filmada, fotografiada, publicitariamente también. Todo entra por los ojos y creo que también influye en la narrativa, que sea muy visual. Yo creo que esta es una potencia que se puede utilizar y se puede trabajar en ello.

Yo sí creo que los canarios están muy interesados en su historia. De hecho, yo descubro con El ángulo de la bruma  a un montón de lectores que me dicen que desconocían que en La Orotava esta calle existía o que la calle Colegio se llamaba así porque existía aquí esta institución. Y en cierto modo me entristece no transmitirnos todo lo que sabemos unos a otros, pero ya no sólo historias o hechos históricos relevantes. El habla de una lechera, de los artesanos, la costumbre que había de la lechera de La Esperanza que bajaba y tenían que pagar, claro.

Y me acuerdo de un periodista de La Coruña que quiso hablar conmigo cuando el tema del premio y me dice: “Es la primera vez que me planteo la Historia de Canarias porque lo único que sé de Canarias es que Cristóbal Colón pasó por allí y que es mi próximo lugar de vacaciones, pero en medio, desconozco absolutamente el tema”. Entonces, claro, un gallego que tiene una historia similar con América y la emigración, resulta que a lo mejor los canarios sabemos más de Galicia, del Camino de Santiago, de las costumbres, que ellos de nosotros, y ahí es donde noto el vacío.

 

Volviendo a la novela El ruido de las preguntas, ¿qué similitudes encuentras entre el Santa Cruz que tú describes en la novela —postrimerías del siglo XIX  hasta 1905— y la ciudad de hoy? Aparte de la fisonomía, la mentalidad de la gente, las costumbres.
Santa Cruz es muy interesante porque tiene una historia peculiar como las ciudades costeras, atacada por piratas desde su fundación, puerto pesquero en su momento, muelle o pequeña ensenada para atracar los barcos. De pronto se convierte en capital. Claro, estamos hablando ya de un tema bastante presente, del siglo XIX, capital además de una región y se urbaniza muy rápido. Entonces, de pronto, se convierte en tránsito de mercancías. Es  una encrucijada hacia América, pero también, y es muy desconocido, hacia África, porque hasta que no se abra el canal de Suez, todo pasa por Canarias, como lugar de avituallamiento, de mercancías, entonces se hace necesario este muelle, que hay que extenderlo rapidísimamente. Y, sobre todo, es la erupción de Garachico, que produce otro cambio. Claro, el crecimiento es rápido. Coincide con este tránsito marítimo, una burguesía mercantil, comercial, naviera,  muy abierta a países, no sólo España, sino como Gran Bretaña que hace que se afinquen aquí comerciantes extranjeros que desarrollan la isla, Canarias en general, porque también en Gran Canaria esto se vive, de una forma rápida. De hecho, tenemos aquí edificios por los que estamos pasando todos los días, casi ruinosos, en decadencia, o que han sido absolutamente rehabilitados, o derrumbados, con una historia absolutamente interesante y no la sabemos, ni siquiera miramos arriba, ni siquiera vemos nuestras cúpulas, nuestros minaretes y ahí hay mucha historia que vivir.
Cambiar, claro, es que estamos hablando del siglo XX y sobre todo esta transición al XXI, que desde que existe Internet, pues qué vamos a hablar, parece que ha habido dos siglos en medio, con lo cual el tema es muy grave. Y sí, yo noto decadencia un poco y que nos pillan demasiado rápido los cambios. No estamos valorando el pasado inmediato que ya consideramos que casi es un lastre para ya acondicionar edificios inteligentes o un tráfico inteligente o todo monitorizado, todo a través de cámaras. Creo que todavía no hemos asimilado ni siquiera el siglo XX, pues menos este XXI. Y creo que hay un silencio generacional ahora más que nunca, a pesar de tener más medios para informarnos. Se prioriza tanto vivir el presente y hay tanta novedad, tanta tecnología, que  contar los cuentos es complicado. Las propias relaciones, lo que contaban los abuelos o transmitir este cuento, estos cuentacuentos, eso que tenemos en la familia, pues quizás se está perdiendo mucha tradición oral.

Las mujeres de la novela son fuertes y arriesgadas. ¿Realizaste especial hincapié en crear personajes femeninos valientes y decididos?

Sí y no. Es verdad que en mi familia, las abuelas son muy poderosas, son casi un matriarcado por las circunstancias. También en un momento determinado quedan viudas y tiran para adelante. Es verdad que por la parte materna, que es en la que se basa el libro, estas abuelas y bisabuelas tuvieron que tomar decisiones, incluso cambios de territorio, algún tipo de traslado a Cuba. En la familia hubo este traslado, entonces es verdad que sin querer o queriendo atrapan poderosamente, son personajes tan magnéticos.
Porque dadas las reglas del juego de la época que no tenían ni siquiera propia autonomía legal para tomar sus decisiones, siempre se está tutorizada por padres, por esposos, ni siquiera tienes custodia de hijos. Y cómo se las ven y las desean para enfrentar situaciones y tomar decisiones que si no las toman, pues no se sales adelante, unos hijos que no pueden salir, una casa que a lo mejor puede acabar arruinada. Para mí son personajes muy poderosos, sobre todo por la época que reflejo y claro, el destino supera la realidad, y esta supera a la ficción muchas veces, entonces sí que creo que son protagonistas, pero aunque no quieras que lo sean. Por sí mismas son muy poderosas.

En El ruido de las preguntas se alude al maltrato infligido a las mujeres y a los niños por parte del hombre. Esta es una lacra que parece que aún padecemos.

Sí, parece que en esto no hay solución tecnológica o nuevos puntos de vista. Al contrario, no sé si es que tenemos más voces mediáticas, más altavoces que nos dan más información que en otra época, porque volvemos a los silencios. Esto antes se callaba muchísimo, no se denunciaba, afortunadamente esto ahora tiene más transparencia.
Pero es verdad que era una época terrible, porque la persona que lo parecía, ¿qué medios tenía para defenderse de este tema? Una de las grandes protagonistas de la novela padece esta situación terrible, sin amparo legal, sin amparo social, sin amparo de ningún tipo. Aunque tuvieran recursos para plantearse cosas, pero al no tener el poder legal sobre estos recursos, realmente hubiera dado igual que hubieran nacido en el barranco, o sea, prácticamente a la hora de tomar decisiones, no eres nada, ni nadie, ni posees nada, ni se te concede el poder de decisión. Entonces la indefensión es terrible y más encima con niños, o sea, el tema de los niños, angelitos míos, ni siquiera son conscientes de qué es el mundo.
Entonces sí que trato de una forma muy clara este asunto.  Es verdad que ahí ficciono mucho. Porque son comentarios que llegan de aquella época. Me lo transmitieron mis abuelos que eran maestros de escuela y tenían una posición privilegiada a la hora de saber de alumnos, de los padres de alumnos. Ellos trabajaron en escuelas rurales y conocían muchos padecimientos. Entonces tuve el testimonio de ellos, de la época y de sus padres, de sus abuelos. Cómo vivieron vecinos, que incluso tuvieron que proteger en un momento dado, a la hora de que esa persona tuviera que huir. Entonces es muy rico ese testimonio de mis abuelos porque me lo traducen con la emoción de ese momento, cosa que muchas veces en un libro no  lo vas a encontrar. Y es muy interesante porque sinceramente creo que en la actualidad es bastante parecido. Bastante parecido porque a lo mejor el aislamiento de las personas que la padecen es tan grande, que no saben ni cómo verbalizarlo, cómo exteriorizarlo, para ellos mismos asimilar la situación que deben reconocer para pedir ayuda. Y yo creo, por testimonios que conozco de ahora en la actualidad, que ese cerramiento, ese aislamiento,  es muy parecido a la que me contaba mi abuelo. Porque hay mucha inseguridad, mucho pudor, vergüenza o culpa, una culpabilidad mal entendida. En aquella época debía ser terrible, porque hoy puedes acudir a determinadas entidades o recursos, pero allí, ¿quién? a lo mejor el propio sacerdote, los que eran religiosos o las autoridades, pues todo lo contrario, si eres mujeres, tu deber casi era aguantarlos.

 

En la novela se menciona la prostitución y cómo las mujeres se ven abocadas a ejercerla cómo única salida. El tema está tratado sin juicios morales y sin culpabilizar a las mujeres. ¿Qué opinión te merece la propuesta de parte del feminismo de ilegalizarla?

Lo puedo entender. Es que de entrada, ¿es obligado o no es obligado? Es decir, para la persona que lo escoja, incluso hombres que también pueden escoger la prostitución ¿quién va a condicionar a alguien que voluntariamente quiere ejercer esta profesión?
Pero evidentemente, la otra cara de la moneda es cuando no has escogido, esa es la gran esclavitud. Actualmente es la gran esclavitud del siglo XXI. Existen otras en distintas zonas del mundo,  laborales, otro tipo de cuestiones, droga o cualquier situación, guerra, pero efectivamente la prostitución, en el siglo XXI es una de las grandes esclavitudes humana. Eso está claro cuando no lo has escogido. Evidentemente es una víctima, sólo hay que verla. Son víctimas que hay que defender y darle la oportunidad de una vida digna como tenemos las personas que podemos disfrutar de ello. Si eso conlleva determinadas ilegalizaciones o medidas legales, bienvenido sea porque yo en todo lo que sea que no se escoja y que sea obligado y haya una gran indefensión, eso hay que luchar contra ella, evidentemente. Otra cosa es que lleguemos a una situación en que se distinga cuando es voluntaria. Mientras exista esta cantidad inmensa de millares, por no decir millones de esclavas sexuales y con la infancia, evidentemente hay que tomar medidas.
Es mi humilde parecer. Es un tema muy complejo.

¿Es el feminismo del siglo XXI una lucha política, un movimiento social imparable? ¿Crees que las mujeres conseguiremos el respeto que merecemos como seres humanos?

Sí, yo siempre soy optimista porque, vamos a ver, precisamente la novela histórica, algo que te brinda es como una visión de bosque completo. Yo aludo a la esclavitud en la novela. La esclavitud española es de las más tardías en abolirse en el mundo. Se habla por las películas mucho de la anglosajona, de la británica, de la americana, pero España tardó casi a finales del siglo XIX en abolir la esclavitud en América en las colonias que tenía. Sí la abolió pronto en la península, pero en las colonias, tenemos que remontarnos si el dato no lo tengo mal, a 1875. Eso es antes de ayer. Entonces estamos hablando de un siglo y pico. Si  en la novela hablo de padres de mi tatarabuelo, que fueron testigos de la esclavitud, entonces fue horrible. Y hoy en día, afortunadamente, por lo menos en Occidente, hay una visión  que se ha reconquistado en un montón de aspectos, queda mucho mundo por trabajar, muchas culturas, pero evidentemente se ha mejorado. Las mujeres lo lograremos, somos la mitad de la humanidad, con lo cual algún peso es. Se verá.
Creo que lo que estoy viendo en el XXI muy importante es que ya la mujer mira de frente. Está mirando de tú a tú y creo que eso le faltaba un poquitito a nuestras madres y a nuestras abuelas, que eran conscientes de querer lograrlo, pero había que subir unos escalones. Yo creo que ahora, sobre todo las generaciones más jóvenes, ya miran de tú a tú. Eso le permite hablar muy claro y tomar medidas y acciones rápidas. No sé si con la madurez que tenían nuestras madres y nuestras abuelas, el peso que da una vivencia y saber lo que son las consecuencias de muchas cosas. Entonces,  si se batiera un poco esa sabiduría anterior con la fuerza de la juventud, creo que se van a lograr grandes conquistas, sin duda.

Con la recuperación de la memoria histórica surge la necesidad imperante de restablecer el papel que han tenido las mujeres en la Historia de la que han sido borradas y olvidadas. ¿Quiénes harán esa labor? ¿Quiénes la están realizando a día de hoy? ¿Para cuándo la recuperación de las mujeres canarias: maestras, investigadoras, historiadoras, escritoras, inventoras, empresarias, médicas, juezas, políticas que han realizado una labor destacada en las Islas?

Pues mira, todas y todos. Yo  también confío en hombres. Precisamente, yo tengo una visión del hombre muy positiva, afortunadamente. He tenido vivencias muy negativas de la relación con los hombres, pero he tenido maravillosas. Cuento con la fortuna de un padre, de abuelos, que entendieron el valor de la mujer. De hecho, mi abuelo fue maestro de escuela y se turnaba con mi abuela en la cocina para limpiar el pescado y cocinar. Y yo viví un abuelo muy peculiar que incluso al contarlo y dibujarlo, no me lo creían mis amigas, mi abuelo con delantal de cocina y con guantes de lavar la loza. Entonces, claro, mi visión en la familia ha sido muy temprana, ver ese compartir tareas que luego me he dado cuenta de que era extraña, algo que yo viví como más natural. Y he tenido a lo mejor más trabajo con mi pareja a la hora de que entendiera ese reparto, que haber hablado con mi padre o con mis abuelos, entonces es impresionante. Eso me ha ayudado también, porque mi pareja al verlo, ya hay que callarse, porque lo ha visto en vivo.
Todas ya somos conscientes que hay que rescatarnos, rescatar nuestras madres y nuestras abuelas, pero yo creo que ellos también. Hay gente muy consciente. Y los escritores, los que ejercemos la escritura,  es una ventana muy poderosa, encima muy agradecida para los lectores, porque buscan historias y tramas que en un principio son para entretenerlos, pero se quedan con todo ese mundo que les transportamos.
Yo sí soy crítica con la escritura y es que no tenemos que dar las respuestas, o sea, sí que tengo que mostrar a la mujer histórica canaria que no se le ha dado esa oportunidad, pero no tengo que darle la respuesta al lector. El lector tiene que plantearse preguntas y esta mujer ¿por qué le pasó esto? ¿Dónde vivió? para que lo contraste, lo viva y lo interiorice.  Pero yo no soy la historiadora que da fe sobre ese hecho histórico, o la arqueóloga o la enciclopedista o la política que sí que tiene que dar respuestas y acciones, pero la escritora creo que tiene una ventana, un altavoz muy bonito, muy gratificante, de plantear el personaje y el otro, el lector o lectora, con toda la inmensidad que pueda acceder al texto, el recogerlo y  plantearse ponerse en la piel de ese personaje. Y ahí yo creo que es muy interesante.

Finalmente, ¿en qué trabajas ahora? ¿Tienes tiempo para escribir, entregada como estás a la promoción de la novela?

Es muy gratificante porque empiezas a encontrar lectores y me veo contigo a hablar de esto, es maravilloso. Ahora estamos en una fase muy distraída para concentrarme, pero es verdad que ya empieza a haber una idea de estructura porque una de las cosas que me dan mucho las historias es cómo contarla. Entonces, cómo estructurarla, ese juego como un caleidoscopio, si empiezo por el final, por la mitad, lo rompo. Claro, este el protagonista, pues no, es el que lo mira o es la voz de un niño, eso me encanta. Y es el jueguito, el hilo que tira y de pronto, ya ves la trama, entonces la estructura me llama mucho la atención. Lo que pasa es que no sé si planteármelo porque igual ya toca un poco contar la época de mis abuelos, que es la posguerra en Canarias, y esas escuelas rurales que son tremendas y preciosas. Y por otra parte, tengo la necesidad de un tributo a esa generación a la que le debemos tanto, que estamos en el lomo de ellos y disfrutando nosotras perfectamente sin mirar atrás, y ellos encima preocupados de que sigamos tan maravillosas y todas las oportunidades que ellos perdieron.
Y en Canarias, por supuesto, por más que intento irme a otro sitio, —lo puedo reflejar, otros países—, pero ¡qué va! hay que hablar de la tierra, está clarísimo. ¿Para qué me voy a otro sitio cuando aquí hay tanto?