Fernando Rodríguez
Fernando Rodríguez Gil
 
 Hilos de creencias me envolvían, atado a un pasado que no me dejaba caminar, lastre que alguien dejó en mi cuerpo.
Se me hacía difícil avanzar sin sentirme culpable, pecaminoso, merecedor de ser egoístamente libre.
     Gotas de sangre, respiración entrecortada, alaridos atormentados, huellas de mi calvario, cicatrices al servicio de los demás, sí, siempre al servicio de los demás.
     Pero, ¿por qué?, ¿por qué tanto dolor y sufrimiento?, ¿qué hay que demostrar? , ¿por qué ser una buena persona?, ¿a qué invisible ser agradar?, ¿qué cielo o tierra alcanzar?
     “!A LA MIERDA!”, grité con todas mis fuerzas, estiré brazos y piernas buscando esa libertad, rompiendo  esas cuerdas invisibles que no me dejaban creer en mí.
     No me inmolé por los demás, no me crucifiqué, no busqué alabanzas, no fui a rezar a un ser abstracto hecho de escayola, ni resurrección alguna. Me permití ser egoísta, ser feliz, ser yo, ¡RESUCITÉ!.
 
Retazos del libro  Historia de una Mochila.