Luis Alberto Serrano
Luis Alberto Serrano

Soy muy metódico, lo reconozco. En eso mismo estaba pensando ese día en la estación de metro. Todos los días salgo a la misma hora de casa y tomo el tren de las y diez. Siempre, con disciplina. Les contaré que llevaba, desde hacía tiempo, observando a aquella chica que toma el tren que va en sentido contrario. Igual de metódica que yo. En el último mes sólo hemos dejado de coincidir una vez. Una estadística cuasi exacta. Ella es la más puntual de la parte subterránea de la ciudad, en la que nadie habla con nadie. Por eso, aquí, me siento como pez en el agua. Soy mudo de nacimiento y, a veces, en sitios donde todos hablan; me desubico. Aquí no. Aquí no habla nadie, solo se miran. Como yo a la chica.

Ella no era consciente de que me alegraba verla desde el andén de enfrente, todos los días. Pero, cual no fue mi felicidad al ver que, haciendo una video llamada, empleó el lenguaje de signos. No sé si es muda o no, pero lo habla correctamente. Un día, me atreví a hablarle desde lejos. Con una sonrisa, que me llenó por completo, me respondió. Ahora, todos los días, puntuales; nos preguntamos cosas. Sé que sus padres se van a separar, que su novio encontró trabajo, que su jefe es un machista hediondo y que por las tardes estudia piano. Y ya ven, mis queridos lectores, qué paradoja; los únicos mudos del subsuelo, somos los que más hablamos en esas sórdidas profundidades.