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María Teresa de Vega

 

 

 

 

Siempre han leído los mismos, una minoría sensible de artistas aunque no escriban. El resto se comporta como el personaje de la novelita de Tomás Mann Tonio Kröger, al que no le interesan Schiller ni otros autores de ese tenor, pues el tiene sus libros de equitación con ilustraciones magníficas.

En general, se prefieren estos libros sobre aficiones, que enseñan cosas prácticas, o literatura de ficción pura, y que tiene un franco rival en la televisión. Esa  gente de ojos azules, sana, ajena a melancolías y morbideces, sigue diciendo Tonio, que no necesita el espíritu para nada. 

No hay que intentar seducirlos con la poesía, al contrario, hay que preservar su salud e inocencia.

Sin embargo, hace falta el espíritu, pensamos, aunque chafe la plenitud del impulso vital, la conciencia que comprende la totalidad de lo humano, 

que advierte que la salud, la honradez satisfecha de sí misma, no permiten eliminar lo miserable y fracasado, lo que sufre y es ejemplo de pobreza. 

Intentamos comprender, comprendernos y comprender al otro. Desconocemos mucho y comprendemos poco. A esa tarea se dedica gran parte de la literatura. De este desconocimiento vienen los errores, que aumentan el desasosiego en un mundo de crueldad y rapacidad infinitas.