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Enteramente de acuerdo con Antonio Gamoneda cuando dice que la poesía no se explica, su realidad sólo la nombran sus propias palabras. Claro que, la realidad que uno atisba en la lectura de un poemario, puede que no siempre se corresponda con aquello que la poeta quiso reflejar. Este es uno de los regalos que nos ofrece la poesía.

Quizá esto se deba al hecho de que, quien lee, irremediablemente pone mucho de sí misma mientras se sumerge en poemas con los que conecta con facilidad, sin obstáculo alguno.

Todo esto lo digo para que tomen este escrito, no como un análisis de la obra propiamente dicho, sino solo como anotaciones de una lectora feliz ante el asombro.

Asombro porque, en Cuerpo de Ausencias, la voz poética de Carmen Paloma crece para bajar a honduras que llamean o sangran.

Algo necesita ser contado. Una soledad feroz demanda escritura. Ese imperativo recorre el poemario de principio a fin. Se deja sentir, persistente, como un mandato venido del vacío. Un vacío que necesita ser ocupado, colmado con grafología que lo signifique.

¿De dónde viene    esta fisura    este descuido    esta daga?

No me abandones             aunque yo me haya abandonado

La poeta se pliega, cede su voz a otra voz que toma cuerpo en la ausencia. Y a medida que uno avanza en este territorio intrincado y doloroso, se pregunta si no estaremos ante la poética elaboración del perdón y sus complejos entramados. Perdonar toma tiempo, requiere poesía. Tal vez porque perdonar es una palabra que, en su etimología, nos habla de darse completamente.

Desdoblarse para vivir la otredad, sentir como ella para, desde adentro, desentrañar razones, desgranar la memoria ajena, llenar su vacío y darle forma. Intensa, dura tarea. Una labor que exige darse a toda costa.  Eso es lo que, a mi parecer, ha hecho Carmen Paloma en este poemario.

¿CONOCES – acaso - las vicisitudes

olvidadas en el hipocentro de la Tierra?

Sabes de las mías

                      ¿Y te atreves a juzgarlas?

Una mujer se derrama a través de otra que se pronuncia, más allá de las palabras, en 71 poemas, muchos de ellos precedidos de epígrafes, referencias literarias que acompañan los versos de Carmen Paloma, con su reflexión primera.

Poemas de estructura impecable, acompañados de una música interna, de un tempo estudiado; no arbitrario. Finalizan todos con uno o dos versos que redondean el poema con su potente latido. Cada poema se sucinta a sí mismo con estos versos finales en cursiva. Un gran hallazgo, sin duda.

Les advierto que este Cuerpo de Ausencias no da tregua, pone a prueba nuestra gama de emociones. Leerlo es recorrer expectantes —removidos —, el territorio sagrado del dolor.