Alicia-Garcia-Contreras

 

Si hay un género escaso, por no decir casi inexistente en la literatura española en general y, en la canaria en particular, es el de memorias y autobiografías.

Hay una cierta costumbre que encumbra a la novela, prestigia a la poesía, admite el relato como un mal menor y la minificción como una palabra fugaz y, sin embargo, destina indiferencia al origen de casi todos ellos; el que viene de la memoria propia y de las biografías personales y emocionales, el punto exacto en el que se genera buena parte de la literatura y con ella el conjunto de sus géneros.

Ni siquiera la crítica literaria, tan parca también por estos lares, se ocupa de este género. Ingente biblioteca para cualquier creador, lector o interesado en indagar sobre la vida, las costumbres, el pensamiento o, incluso, lo que no aparece en los libros de historia.

Las memorias se definen según el crítico literario francés Georges May como «el relato de lo que se ha visto y entendido, hecho o dicho. La autobiografía, en cambio, es el relato de lo que se ha sido». Más allá de la complejidad de buscar una definición exacta, parece claro que las memorias se refieren a acontecimientos y hechos vividos y la autobiografía entra en el plano más personal e intimista. En una conceptualización simple, diríamos que uno describe y cuenta, y el otro expresa y tamiza lo vivido desde las emociones. Uno, por tanto, es más narrativo y otro más poético. 

Espejismos en rosa y amarillo entra en ese espacio autobiográfico, poliédrico y marcado por el recuerdo inspirado en las emociones. Alicia Contreras García regresa al pasado en su casa de Los Silos. Una octogenaria que en esa vuelta, en ese regreso literario, sus ojos descuentan décadas hasta recobrar su mirada de niña. En la magia y en el oficio de la escritura, nos traslada a setenta años atrás, donde la historia se vuelve  algo más que felicidad recordada.

La Villa de Los Silos se refleja en cada peldaño de su amada escalera, a través de las ventanas abiertas, desde la azotea, jugando al tejo en sus calles, corriendo por la Placeta. Un pueblo donde su devenir, costumbres, fiestas o celebraciones, se convierten en material literario y décadas después, en cuentos. Cuentos de diferentes acentos y latitudes en un Festival Internacional que prestigia al municipio, a la cultura canaria y a la literatura en general.

Alicia Contreras, a través de su relato vivaz, como una niña que despliega sus alas por los pasillos, cuartos, azotea, palomar o fachadas abalconadas, nos lleva de la mano. Y los lectores nos volvemos niños que recorremos su casa y la de nuestros abuelos. Vemos el color de las paredes, los muebles antiguos, las ventanas alargadas, las cortinas misteriosas con la sorpresa constante de quien descubre mundos ignotos. 

Particularmente reseñable, es ese lugar donde un día la arrestan por alguna leve travesura. Circunstancia que la lleva a explorar la antesala. Ese rodar de mueble y sillas con las que subir, investigar y descubrir, todo el mundo, el universo entero, en los libros que, seductores, atraen a la niña Alicia. Allí descubrió, relatos y poemas, pero también ciudades y países. Así ella nos cuenta: «la antesala de mi casa es pieza fundamental en mi vida: en ella estaba la pomposamente llamada por mi madre “la biblioteca de tu padre”, amén». Y más adelante nos refiere. «Así que aptos o no aptos, seguí zampándome toda la estantería de abajo. Mi padre un día subió a la balda más alta, a Blasco Ibáñez y otros coleguis… La mecedora resultó ser el mejor de los sitios para leer».

Recorrer sus páginas nos lleva a esa escala que, como la musical, alternan emociones y vivencias comunes. Rescata del olvido algo más que arquitectura y  hechos, la hondura y los matices de los sentimientos. Un terreno prolífico y muy bien abonado para que se manifiesten y rebelen secretos y confesiones familiares y personales. Una niña que nos guía por la magia de una casa que nos conduce a acontecimientos familiares, habitaciones que se asoman al cielo, a la vida, que envuelven recuerdos o describen mobiliario. Se escucha el bullicio, la radio y el reloj del tiempo en su prosa delicada y con trazos de humor.

Pero no falta el aroma a café y a chocolate. Los sabores de los deliciosos pasteles de hojaldre y pan de leche de las hermanas M. M. Tampoco las incursiones a la casa de la abuela, que la autora me confiesa fue una de las primeras construcciones en su pueblo. Los veranos con la tía junto al mar en la casa que  llamaban La Máquina o en  la Montaña.

 La Placeta, esa calle a la quedaba su casa también fue para ella territorio imaginario. Bancos bajo los árboles de higuera y donde los monstruos asomaban con el salvaje ulular de los alisios en las noches de invierno. «Con toda su belleza, cuando el viento era el protagonista, los árboles de la Placeta se estremecían de tal modo que, […], no podíamos dormir. Rugían como bichos vivientes y con sus ramas lamían nuestras fachadas de forma amenazadora». Sin duda, una casa  imantada de cuentos.

Ojalá, nuestra literatura canaria abra mares de memorias y autobiografías. Viajes que nos llevarán lejos en el conocimiento y la preservación de nuestro patrimonio emocional, social y literario. 

Desde esta Asociación Cultural Canaria de Escritores/as, Acte Canarias, agradecemos y felicitamos esta la iniciativa del Ilustre Ayuntamiento de Los Silos, a su alcaldesa y equipo de gobierno de reeditar Espejismos en rosa y amarillo, por lo que supone para la historia del municipio, la cultura y la buena literatura canaria que se hace en  Canarias. Así como  homenajear a una de sus hijas ilustres, además de legar una excelente obra en el género de autobiografías y memorias. Supone una aportación importante a la historia social, familiar, cultural, gastronómica, antropológica del municipio. En una casa abierta a cuentos que entran, recalen y se quedan cada año. 

También damos la enhorabuena a la autora por este legado y nos sentimos muy orgullosos de haberle otorgado el I Premio Amparo Walls Hernández de Memorias de Acte Canarias. Sin duda, un texto bien construido, palabra a palabra, como los escalones de su escalera que late como vena principal de un hogar lleno de historias.

Después de leer a Alicia Contreras García, tengo la convicción de que más que habitar su casa de la infancia y primera juventud, es su casa de Los Silos la que siempre habita a ella.

*Texto leído en la presentación de la nueva edición de Espejismos en rosa y amarillo en su pueblo natal de Los Silos. Sala de Arte Sebastián Pérez Enríquez el 25 de marzo de 2022.