José Luis Regojo Borrás
José Luis Regojo Borrás

 

 

 

 

 

A un médico y escritor argentino, cuyo nombre coincide con las siglas J.B., se le supone la autoría de la versión de una fábula de autor desconocido titulada ‘El elefante encadenado’:

Había una vez un niño muy curioso, sensible e inquieto que fue al circo y se quedó maravillado al ver la actuación de un gigantesco elefante. En el transcurso de la función, el majestuoso animal hizo gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Durante el intermedio del espectáculo, el chaval se quedó todavía más sorprendido al ver que la enorme bestia permanecía atada a una pequeña estaca clavada en el suelo con una minúscula cadena que aprisionaba una de sus patas.

“¿Cómo puede ser que semejante elefante, capaz de arrancar un árbol de cuajo, sea preso de un insignificante pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros del suelo?”, se preguntó el niño para sus adentros. “Pudiendo liberarse con facilidad de esa cadena, ¿por qué no huye de ahí?”, siguió pensando el chaval en su fuero interno.

Finalmente, compartió sus pensamientos con su padre, a quien le preguntó: “¿Papá, por qué el elefante no se escapa?” Y el padre, sin darle demasiada importancia, le respondió: “Pues porque está amaestrado.” Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. “Y entonces, ¿por qué lo encadenan?”, insistió. El padre se encogió de hombros y, sin saber qué contestarle, le dijo: “Ni idea”. Seguidamente, le pidió a su hijo que le esperara sentado, que iba un momento al baño.

Nada más irse el padre, un anciano muy sabio que estaba junto a ellos, y que había escuchado toda su conversación, respondió al chaval su pregunta: “El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a esa misma estaca desde que era muy, muy, muy pequeño.” Seguidamente, el niño cerró los ojos y se imaginó al indefenso elefantito recién nacido sujeto a la estaca.

Mientras, el abuelo continuó con su explicación: “Estoy seguro de que el pequeño elefante intentó con todas sus fuerzas liberar su pierna de aquella cadena. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguió porque aquella estaca era demasiado dura y resistente para él.” Las palabras del anciano provocaron que el niño se imaginara al elefante durmiéndose cada noche de agotamiento y extenuación.

“Después de que el elefante intentará un día tras otro liberarse de aquella cadena sin conseguirlo”, continuó el anciano, “llegó un momento terrible en su historia: el día que se resignó a su destino”. Finalmente, el sabio miró al niño a los ojos y concluyó: “Ese enorme y poderoso elefante que tienes delante de ti no escapa porque cree que no puede. Todavía tiene grabado en su memoria la impotencia que sintió después de nacer. Y lo peor de todo es que no ha vuelto a cuestionar ese recuerdo. Jamás ha vuelto a poner a prueba su fuerza. Está tan resignado y se siente tan impotente que ya ni se lo plantea.”

 

          El pasado 20 de abril, cerca de 200.000 personas se manifestaron en todo el archipiélago en contra de la pobreza, la escasez de agua, la destrucción de los paisajes naturales y la falta de vivienda, coreando lemas como ''Aquí vive gente'', “Canarias se agota” o “Canarias no se vende, se ama y se defiende”. Nunca, desde la organización, se alentó a corear contra el turismo, todo lo contrario. Canarias no busca rechazar el turismo, sino más bien ordenarlo para que una parte de esos beneficios reviertan en esa población canaria sigue en riesgo de exclusión y pobreza. Uno de cada cinco canarios se encuentra en esta situación, y muchos ya están en pobreza severa.

La protesta fue intergeneracional, por más que se diga que solo estaba integrada por jóvenes, para restarle importancia. En Tenerife, por ejemplo, la manifestación superó todas las expectativas. Fue la primera isla en organizar la protesta, harta de ser víctima de la degradación de sus recursos naturales y espacios protegidos con nuevos macroproyectos turísticos y grandes puertos que amenazan la biodiversidad tinerfeña.

Como era de esperar, la Subdelegación del Gobierno en Canarias cifró el número de asistentes a la baja, 32.000, mientras que la organización hizo lo contrario, más de 80.000. Lo cierto es que cuando la cabecera había llegado a las puertas del Cabildo de Tenerife, muchas personas seguían aún en el punto de inicio. Según algunos manifestantes allí presentes, la jornada se podía comparar a los días del Carnaval de Día, en los que la cifra oficial suele superar con creces las 100.000 personas. Un detalle que no quiero dejar de comentar, por la importancia identitaria que comporta, es que durante todo el recorrido sonaron numerosos bucios, símbolo de la cultura canaria y de la resistencia guanche.

Los subterfugios gubernamentales para evitar la asistencia masiva que se preveía llevaron, ya sea por inacción o ineptitud de los dirigentes de Titsa, la compañía de guaguas, entidad perteneciente al Cabildo Insular de Tenerife, a no aumentar la plantilla en el transporte público. Las guaguas iban tan llenas que no pudieron parar en muchas estaciones. Algo que cualquiera con dos dedos de frente podría haber previsto, pero no los gestores de Titsa (a pesar de que cobran por ello).

La dimensión humana de lo que se vivió ese 20A también se vivió fuera del archipiélago. Algo que la poeta nicaragüense, Gioconda Belli, expresó hace años con una frase: “La solidaridad es la ternura de los pueblos”. Las protestas también se celebraron en Madrid, Barcelona, Granada, Londres y París.

El punto de cinismo lo puso Coalición Canaria, que preside junto al PP el Gobierno canario, no dándose por aludida y afirmando que la movilización ''ratifica el trabajo iniciado por el actual Gobierno'', aunque la había llegado a calificar de turismofobia pocos días después de su convocatoria. Un gobierno que, siguiendo la estela de los anteriores, no ha trabajado para buscar una equidad entre el gasto turístico y el reparto de la riqueza para generar empleos y recursos para la sociedad en general.

Independientemente de los resultados concretos a los que pueda llevar esta protesta masiva canaria, una cosa sí es cierta, parece que, por fin, y contrariamente a lo que ya avisé en un artículo de hace unos meses: El canario no busca conflicto (así le va), la población canaria ha iniciado el camino para dejar de ser pasiva.

El elefante encadenado canario se ha atrevido a cuestionar y confrontar esos miedos y enseñanzas coloniales de una época franquista que llevan años limitándole. Ahora, sin sus cadenas, ese elefante adulto y libre, que no necesita ser dirigido, es al que muchos políticos temen.

José Luis Regojo (https://regeye.blogspot.com/)