Silencios de Cande Rodríguez

Blanca se llevaba las manos a la cabeza, parecía que le iba a estallar. Dichosa pandemia, se decía. Mientras bajaba las escaleras en dirección a la cocina, bajo sus pies sonaba un ruido hueco e incómodo que le rebotaba. ¿También mis pasos? Esta vez lo dijo para sus adentros, así le gustaba más. No eran ni las siete y ya el día se estaba mostrando intenso. Al abrir la nevera, el silencioso frío acariciaba su cara aún adormecida. Lo agradeció con una leve sonrisa. Allí, la leche callada en su envase de tetrabrik, esperaba por ella como todas las mañanas.

Historia de una gota de agua en India y Nueva York de Ángeles Carretero Casar

La Música de las esferas suena y la armonía es perfecta. La sensación de paz absoluta y los átomos juegan transformando formas, creando nuevas manifestaciones, todas ellas hermosas y sublimes porque han salido de la misma Esencia.  En esta pequeña esfera llamada Tierra, donde nada se crea ni destruye solo se transforma, las nubes juegan al escondite riendo y corriendo… La trompeta ha sonado, ha llegado el momento de viajar de nuevo a la Madre Tierra.

Mis 75 años de Haydeé Bourzac

  Para mi cumplir los 75 años fue como un regalo de la naturaleza, en verdad  no pensé que viviría tantos años con salud y deseos de hacer cosas, hoy ya he sobrepasado esa  edad y sigo disfrutando de una vejez tranquila al lado de mis seres queridos me siento con capacidad suficiente para continuar activa el tiempo que me quede por vivir

La primavera de Isa Hdez.

Cada mañana contemplaba las gotas del rocío en los jazmines, gerberas y geranios de su patio engalanado, y se embelesaba con la fragancia de azahar de los naranjos y limoneros en flor que destacaban en la huerta y que, se mezclaba con el olor del café que salía del hogar y avivaba hasta los más recónditos pensamientos. Contaba que ese paseo matutino le daba vida, fortaleza y alegría.

El árbol que camina y el jazmín de mi ventana de Bárbara Remedios

En el viaje de regreso, repasando recuerdos, reviví su espectacular presencia en el parque de Los Ahorcados del barrio residencial de Miramar, en el que vivía la gente rica. Lo sé porque papá, muy temprano en la mañana, entraba en las cocinas de esas mansiones a dejar el pan caliente para el desayuno de sus inquilinos. Por eso él conocía todas las historias y rincones del gran barrio, incluido aquel parque, donde permanece “el árbol que camina”.

Las ventanas de mi isla de María de la Luz

Las ventanas de mi isla son especiales, no hay ninguna que no muestre en el horizonte al mar. Que privilegio tener ventanas tan generosas; por muy pequeñas que sean, cuando miras a través de ellas, allí está, el inmenso, ellas sin vacilación no los muestran, y por si fuera poco, también abarcan con su prodigiosa mirada la majestuosidad del paisaje sobre él, los barcos cual danzarines, el blanco espuma y el blanco nube que le adorna, el reflejo de la luna en sus aguas, el brillo que le da los rayos del sol en verano, el remolino de sus olas, la infinita línea que lo une con el horizonte.