rubenmettini

islasyciudadesmettini

 

 

 

Dijo su compatriota Jorge Luis Borges que «la palabra poética posee una carga propia de vida y de conocimiento, un patrimonio de humano vivir que es indiscernible de la misma acción del lenguaje. La poesía es la forma más real del lenguaje humano». Y parte de esa reflexión vamos a abordar en este encuentro con el poemario Islas y ciudades de Rubén Mettini.

La poesía no se explica, ni se describe, ni se cuenta. Sólo se lee, se siente, se piensa, se sumerge en su belleza, se transita por su estética, por sus silencios o murmullos. Pero también se asoma a las múltiples y poliédricas ventanas que se abren en cada verso.

Rubén Mettini es un argentino y escritor errante. De su Buenos Aires natal viajó a Europa  a mediados de los setenta.  A su amplio periplo no le faltaron lugares como Varsovia, Nápoles, Suecia, etc. Licenciado en Economía y en Literaturas Románicas, recaló en Barcelona donde su vida literaria en lengua catalana o en castellano, comienza a ver la luz y los éxitos. Hasta configurar una trayectoria literaria de más de diez novelas, libros de relatos, poemarios, ensayo, traducciones literarias, reseñas y esa amplia implicación en diferentes eventos, encuentros y actividades literarias.

Decía Joan Margarit: «tienes que ir buscando y cogiendo las verdades, las tuyas, las que haya. Pueden estar encima, al lado o al fondo de todo, pero sin vivir una vida no hay ningún lugar donde encontrar todas estas verdades». En esa búsqueda creativa encontramos Islas y ciudades.

El autor agrupa los poemas en cuatro espacios geográficos de honda significación creativa y personal: Barcelona, Tenerife, Gran Canaria y Buenos Aires. En cada una de estas islas y ciudades, se asientan sus raíces poéticas en las  que este lector voraz ha indagado. Siempre en busca de la transparencia en el verso y sacar a la luz resonancias de voces leídas  y jirones de vida en cada rincón de su mapa sentimental.

Barcelona es el anclaje poético donde el tiempo marca, sin piedad, su fugacidad: «Silencioso persigo el paso del tiempo», se lee en el primer verso de este libro. La ciudad es un universo donde el escritor bucea en las palabras, desbroza lecturas en la búsqueda de una verdad desnuda, que no es otra que la brevedad de la vida. La constatación de la extensión constente del pasado, donde el presente, a veces, sólo puente hacia el ayer como en estos versos:

 

Anoche

Fue anoche,

Hoy te olvidé

 

El mañana aparece sitiado por la incertidumbre que interroga sin más respuesta que la certeza final. En Barcelona, el poeta es un hombre isla que se interna en sus misterios; desvelados unos y otros, lo conducen a nuevos laberintos: los de la  nostalgia, el dolor, la tristeza o la esperanza de encontrar más rutas ignotas de letras y vida. El pasado como contrapunto de lo vivido. Pero también están los regresos. Crear y recrear las emociones, las sensaciones, los pasos borrados en décadas de ausencia. La ciudad desalmada, como cepo, pero también como paraíso perdido. De su poema Paseo calmo:

 

Vuelvo a caminar por aquí

y el ritmo cansino ofrece

plena belleza a mi paseo.

 

Se adhieren a la textura de algunos poemas, resonancias de Joan Margarit, Gabriel Ferrater o Jaime Gil de Biedma, Poéticas que le impactaron y que, de alguna manera, le abrieron pasajes ocultos, avenidas del conocimiento, esquinas intimistas de la ciudad que él lee mientras la contempla. Nunca la abandonará. Es esa estación a la que siempre se regresa aunque su tren ya no se detenga en ella

El poeta errante se se deja seducir por el océano Atlántico hasta recalar en la isla de Tenerife. Aquí la bravura del mar y la arquitectura rocosa del paisaje le tenderán una malla invisible bajo la que habitará. Escribe en el poema, Alfileres de palabras, en el vano intento de detener el tiempo:

 

Clavar mariposas de segundos

con alfileres de palabras,

convencido de que mis apuntes

detendrían la lenta rotación

de los astros

 

Así, en ese arenal azabache y de pespuntes de espuma de ola, se sumerge en los misterios del lugar sitiado por soledades salobres y alisios dulces. Esta vez, espanta el tiempo con la inmersión en las letras, libros y escenas literarias con la que tejer encuentros, conversaciones, amistades mientras rebaña al paisaje, al aire y a la luz, versos que rescata de las lavas atávicas y de la literatura isleña. En el poema Metamorfosis del mar, se aprecia el encuentro con la poética luminosa, vivaz y reveladora de Pedro García Cabrera. Como en estos versos:

 

Se han quedado mudas las sinuosas sirenas,

atragantadas por naranjas que flotan a la deriva

 

Rubén Mettini denuncia, y desde el verso comprometido, nos muestra un mar  herido por la acción humana.

 

Los niños se remojan entre espumas químicas

y arcoíris oleosos de desechos y basuras.

En su trono, Neptuno derrama lágrimas ácidas,

queriendo abdicar de su reinado.

 

Pero el mar también es un hacedor de paz interior. Después de las tempestades que agitan las emociones y los sentimientos punzantes, el poeta renace en ese andar sanador frente al mar de batallas perdidas, de amores derrotados, de recuerdos que arriban a la orilla de la memoria como fotografías imprecisas de instantes robados al tiempo depredador

En su Tenerife literario, ahonda en varios temas como es el surrealismo y, muy especialmente, el que mana del escritor Agustín Espinosa. Lo encontramos en un hermoso y doliente poema titulado ¿Qué sabe nadie? Pero también aborda la emigración partiendo del poeta de Orihuela, Miguel Hernández. Sin abandonar la reflexión sobre el inasible tiempo y el final que aguarda. Poemas que nos cimbrean y nos echan a nadar en este mar común de vida y muerte.

Los versos vuelven a surcar el océano y arriban, en Gran Canaria, a sus playas interiores. El poeta se muda. Se desprende y despoja de sus pertenencias, las  que dejó frente al Mediterráneo y las que quedaron entre los flamboyanes de Santa cruz de Tenerife. En su nueva isla, comienza con un poema que parte de los fragmentos óseos de  un Australopithecus encontrado de Etiopía. Al que los investigadores le pusieron el nombre deLucy, en honor a la canción que sonaba mientras festejaban este hallazgo, Lucy in the Skye and Diamond de los Beatles. Rubén Mettini escribe un largo y hermoso poema sobre la mujer en su evolución, consideración, lucha, resistencia, superación, logros …, sin faltar esa vinculación a personajes literarios. Una oda sostenida, reivindicativa y lúcida.

Sentimos en sus versos la aceptación paulatina de una convivencia irreversible con el tiempo. Ya no es sólo tempus fugit que se desvanece en la fragilidad de un segundo. Ahora es un viejo compañero que le trae retazos de pasado, le pinta recuerdos o se los entrega al olvido. Sus vientos interiores parecen amainar y encuentra Ternura en los resquicios de la ciudad atlántica y entre la gente que conoce y lo rodea. No es el naufrago en una urbe cosmopolita y desalmada, es un lugar para ser. Encontramos a un poeta que deja que sus raíces se hundan serenamente. La playa y su horizonte de atardeceres incendiados, los misterios de sus aguas, el roce del oleaje, enhebran los versos y lo acunan como líquido amniótico:

 

Vuelvo al vientre materno,

soy algo muy ínfimo,

germen o embrión.

Floto y dejo de ser.

Nado.

 

Encontramos a un poeta más intimista y filosóficos. Cirros grises a veces cruzan su interior y la nada y el reloj de los acontecimientos, son puertos equidistantes, pero puertos en la ruta de su derrotero. Donde no faltan estelas del del poeta Domingo Rivero ni  chicotazos de nostalgia de poetas de mar atrapados en la gran ciudad como el galdense Baltasar Espinosa o el marítimo Tomás Morales.

Desembarcamos en Buenos Aires. Antes, una breve escala en Mar del Plata. Una foto retiene la niñez del escritor en el poema Te miro.

 

Como ser primigenio naces a ese mar,

con restos de cosquillas pegadas a la piel

¿eres tal vez una estatua de sal?

 

La ciudad porteña de conventillos, milongas y tangos, le trajo la luz de la vida y las infinitas avenidas de lecturas. Fragmentos literarios sedimentados que más tarde, germinaron en las honduras d su alma y del papel. Leopoldo Lugones, desde el modernismo, Oliverio Girondo, poeta rompedor y vanguardista, la profundidad sensible de Alfonsina Storni, el arte poético y filosófico de Jorge Luis Borges o la musicalidad jazzística de Córtazar, arribaron en aluvión a su orilla creativa. Adherencias que trascienden en la voz de Rubén Mettini y que se reflejan con claridad en su poema Ars poética:

 

Escribir a ciegas sin saber

dónde nos guía el azar del verso.

Entre senderos de metáforas

inesperadas, avanzar a tientas

y, en un momento, poner el punto final.

 

  En Buenos Aires, en el impresionante poema Canción de cuna. el poeta regresa a la madre en la transparencia y en el desgarro, en la complicidad de los pasos combinados, en la ausencia, en el adiós abrupto y en la certeza de ser también su eterna compañera.

La ciudad que late al borde del río de la Plata, esconde secretos pero también cuadras infinitas de recuerdos, un pasado atrincherado en los zaguanes, en los caminitos, en las hileras inacabadas de libros, en un cielo celeste bandera que le pertenece aunque ya no lo cobije. Buenos Aires es una felicidad doliente pero también el sabor a miel, el patio de la abuela, el 490 de la calle Uruguay en Avellanada, los valses que bailaron sus padres, la algarabía de la infancia, las manos de la abuela, marcados en su cartografía emocional. El ser porteño va y viene en cada sístole del escritor. En el arrebol de veredas, en la piel de las esquinas, en las notas perdidas de un bandoneón en la madrugada y en los versos que lo llevan y traen.

La poética no deja de estar entreverada de las fascinaciones que siente el autor por el arte y su belleza: el cine, la pintura, la música, la dramaturgia, los libros y la literatura. Pero su importancia literaria también radica en un hecho que considero trascendental, la autenticidad. El poeta se mira al espejo y no se esconde detrás del azogue. Se sincera y lo hace en voz alta. Es esto último lo que marca diferencias en la poesía y en los poetas.

Rubén Mettini es un escritor biblioteca, por los libros leídos, por la sabiduría acumulada, por la insondable mirada literaria que nos transporta siempre, independientemente del género tratado, a un mundo, a un tiempo, a una estética que nos emociona e interroga. Literatura, filosofía y arte desde la voz propia de este escritor de muchas patrias.

 

libro