Osos
Lange-Aguiar
Miguel Ángel Díaz, Lange Aguiar

 

 

 

 

Corre el año 2025 y Roser, una Mamá Oso, mira a Ris y Ros, sus lindos oszenos, revoloteando sobre la nieve cerca de su madriguera. No solía salir por miedo a otros osos celosos y dañinos. Aquellos cachorros eran lo que mas amaba sobre la tierra. Eran todo su tesoro, daría la vida por ellos si fuera necesario. Pero de lo que más quería escapar eran de otros depredadores mas peligrosos a los que ciertamente tenía mucho miedo. Eran seres extraños que caminaban sobre dos patas y que disparaban fuego por sus manos. De ellos había logrado escapar salvando su vida varias veces. Estaba pendiente por si aparecían de repente para poder huir a tiempo con sus dos cachorrillos. 

Roser, desde hacía algún tiempo notaba que el suelo donde tenia la madriguera, estaba muy resbaloso y que muchas de las montañas blancas que rodeaban su casa  iban menguando. Por sus costados caían pequeños torrentes de agua que ella no sabía a donde se dirigían. Nunca los había seguido.

La nieve ya no era la misma, ni la luz del sol tampoco. El calor estaba haciéndole sudar mucho últimamente. No entendía lo que estaba pasando. Por eso ese día quería dar una paseo con Ris y Ros para mostrarle el lugar al que solía ir con su madre cuando era una pequeña osezno y que recordaba  con mucho dolor.

  • “Roser , vayámonos, que ya es tarde y hay que llegar a casa- le rugía su madre desde lo alto de la loma mientras ella jugaba en aquellos pequeños charcos, buscando peces que llevarse a la boca.
    -vayámonos ya hija- De repente un trueno estalló con fuerza y un zumbido cruzó el aire impactando en el cuerpo de su madre. A sus oídos llegó con fuerza el rugido de dolor que salió de su garganta mientras caía al suelo con el cuerpo manchado de rojo. Roser se escondió muy asustada en un pequeño saliente de hielo y pudo ver como vario animales extraños, erguidos en sus dos patas, se llevaban a su madre. La arrastraba un animal mucho mayor que hacia mucho ruido y echaba mucho humo. Por eso Roser les tenía miedo. Se escondía de ellos y quería proteger a sus gemelos de aquellos malvados animales de ta extraño y diversos pelajes.

Roser se había levantado extraña. Quería volver a aquel lugar al que nunca mas había vuelto . Llamando a Ris y Ros se puso en camino. Ella había observado, días antes, que una gran grieta se había abierto frente a su madriguera. ¡Quería saber que estaba ocurriendo! Además deseaba, desde hacía mucho tiempo, enseñarles a sus hijos el lugar donde había perdido a su madre. Tenía que sanar aquel dolor que le producía ese recuerdo.

Roser, cruzó aquella extraña y larga grieta. Ris y Ros la saltaron con mucho esfuerzo, lanzándose sobre su madre. Durante todo el trayecto iban jugando y corriendo detrás de Roser que iba vigilante todo el tiempo hasta llegar al lugar que buscaba con ansia y dolor. Al llegar quedó atónita. Aquello no se parecía en nada al recuerdo que tenia en su mente. ¡Una gran lámina de agua oscura se abría ante ellos perdiéndose en el infinito! 

Roser se quedó pensativa, observado la escena, sin entender nada. ¿se había equivocado de lugar? Se preguntaba. Ella lo recodaba como un gran llano blanco serpenteado por pequeños charcos de agua. ¡Allí no había nada! De repente oye un gran estruendo. Al girarse ve a una gran montaña de nieve caer sobre aquella lamina de agua que en un instante, soltando un gran espumaraje, se la tragó por completo, formándose una gran montaña líquida que se acercaba muy deprisa a donde estaba ella. Roser se asusta. Coge a sus dos cachorros y sale huyendo de allí a toda prisa hacia su madriguera. Corren durante un buen rato. De repente quedan paralizados frente a un enorme abismo que se abren ante ellos. Su madriguera quedaba al otro lado. Intentar saltar y nadar en medio de aquellas aguas negras para llegar allí con Ris y Ros, le parece imposible. Roser queda inmóvil, petrificada, sobre aquella enorme loma que se mueve lentamente alejándose cada vez mas de su casa. ¿que está pasando? Se pregunta. ¿A dónde nos lleva esta montaña que se mueve ? Se abraza a sus dos hijos y ruge con todas sus fuerzas.

Unas lágrimas caen sobre el iceberg en el que navega por aquel mar de oscuras aguas negras contaminadas, repleto de microplásticos, producto de la polución y el calentamiento global. Se mueve sin rumbo, como otros muchos iceberg que les rodean. Ella no lo sabe pero muchas familias de osos quedaron atrapados sobre esas islas flotantes en el mar ártico. El sol calienta sin piedad. Roser observa que un enorme gigante blanco se acerca con un rugido que le desorienta. El gigante se va parando junto a varios iceberg. Observa con terror que sobre el gigante blanco animales de dos patas lanzan de sus manos de fuego algo extraño. De pronto siente que algo le ha picado profundamente. Ruge de dolor. No puede reaccionar y ve como a Ris y Ros, también le han dado. Los tres caen al suelo del iceberg inconscientes. 

Mucho después, Roser se despierta en una gran jaula en el estómago de aquel gigante blanco, junto a otras muchas jaulas con osos dentro. Observa cómo aquellas extrañas criaturas de dos patas, a las que tanto temía, van dándoles de comer. Ris y Ros están con ella ahora muy excitados. Una de esas criaturas de rubia melena se acerca y les observa fijamente: les sonríe y les da pescado. ¡no todos esos animales extraños de dos patas eran tan fieros ni tan malos! Roser no es consciente de lo que pasa pero son los últimos osos blancos del planeta. Un barco de una asociación ecologista les llevan a un lugar seguro donde seguir existiendo en la tierra.