flores
Maria-de-la-Luz
María de la Luz

 

 

 

 

Apenas lo percibía se ponía la chamarra, se calzada los tenis azules y salía apresurado a respirar esos deliciosos aromas que regala la naturaleza cuando va a llover, y a medida que caminaba se dejaba atravesar por los olores que el petricor hacía flotar en el ambiente, entonces, cerraba los ojos, abría los brazos y ensanchaba su pecho, y aspiraba esa mezcla de aromas que exudaban las plantas y que retenidos en el suelo y las rocas salían en forma de bálsamo haciéndole disfrutar del néctar liberado por el suelo. Esa maravillosa sensación de dejarse abrazar por el reguero de fragantes, solitarios, distintivos y volátiles olores que emana la tierra justo antes de comenzar a llover le hacían gravitar como quien se adentra en otro mundo persiguiendo olores.

Caían las primeras gotas y automáticamente el aroma a tierra mojada se intensificaba, maresía de fragancias, explosión de burbujas que liberan un perfume de extraordinaria concentración, elixir de la naturaleza. Degustar el olor a lluvia le hacía disfrutar la vida a otro nivel.

Foto: María de la Luz