Jonay-Cabrera-Gonzalez
Jonay Cabrera González

Las caras visibles y masticadas de la luna conocen la tirantez de mi frente, ante la grotesca barbarie de la guerra, ante la misteriosa hambruna sin alma,

sin respeto por la vida.

Conservo a los niños de mis adentros jugando distraídos al teje, con sus marcas blancas y brillantes en calles soberanas, atesoro sus sonrisas en la memoria, ahora que nada queda en pie, nada ha sobrevivido a las bombas y metralla.

Veo un soldado de piernas infinitas, abrir sus carnes ante mis ojos, enloquecido, fuera de sí.

 —Quiero ir a casa llévame a casa, estoy asustado mi sargento, estoy asustado, llévame a casa—.

Silban entre el aire y el suelo, más y más balas,

 

atravesando con furia y sin freno: las casas, los cuerpos, irrumpen en las esperanzas haciéndolas inútiles.

—Amor— toma este rato de cariño, pues dentro de algunos instantes seremos difuntos silenciados, seremos otros impersonales cuerpos cadavéricos desprovistos de sueños, de expresión humana, de todo calor precipitado en vena.

 

“La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.

Erich Hartman