Como cada primavera al sonido de las trompetas, las puertas del Palacio Real se abren lentamente. Una gran alfombra bordeada de flores de hermosos colores esperan impacientes su llegada. Todo está preparado para recibirla, de pronto, hace su aparición y, con su aire de princesa, se va abriendo paso sobre la alfombra de hojas verdes; es delicada, suave, su piel aterciopelada la hacen ser única y exquisita, su fragancia despierta los sentidos y a su paso la Corte se inclinabrindándole pleitesía y el eco de las campanas repiten: «es ella… ella… la más bella… la más bella…» y así, cada primavera, la flor de nácar florece para convertirse en la princesa del jardín del Palacio