Deja flores en mi cama
y en mis mejillas calas blancas,
déjame el perfume de tus alas,
llévate mis caricias en tu cara.
Y al amanecer, escucha el sonido
de la lluvia en mi almohada.
Te marchas,
déjame flores en mi cama
y escucha mis pasos
en la hondonada
del vacío inmenso
que me abarca.
Sube al borde de mi alma
y contempla la dulzura
de mi mirada, que ahora calla.
Escucha el silencio
de mis palabras,
del lamento de
mi mar cuando brama.
Sé que se hundió tu barca
en la silueta de otra mirada.
Déjame calas cuando te vayas.