Dejé por ti mis bosques,

mis disolutas sábanas,

Mis gallos desvelados. Dejé un temblor, dejé un

           estremecimiento.

Un resplandor de fuegos no moribundos.

Deserté del crepúsculo

en los abatidos ojos sangrantes

de la despedida.

Dejé gaviotas tristes a la orilla de un río

caballos sobre el sol

del arenal.

Dejé de oler el mar.

Dejé de verte.